Pneuma

CAPÍTULO UNO

No tenía ni dos horas de haber enterrado a mi padre, cuando ya todos estaban peleando por llevarse la mejor rebanada de pastel.

Malditos hipócritas, todos.

El ruido de sus voces y gritos era tan fuerte, que no se entendía nada de lo que decían.

—¡SILENCIO! —la fuerte voz de Katya rugió y los calló de golpe—. Malditos irrespetuosos…

—Pero como te atreves a callarme, tú… —la mano de Boris estaba elevada.

Su error.

Antes de que tan siquiera su mano estuviera a punto de impulsarse para dar en su objetivo, Boris estaba en el piso, aplastado bajo el filoso tacón de mi hermana.

—Maldito irrespetuoso de mierda, como osas intentar tocarme, no olvides ni por un segundo, quien soy… —su zapato presionó un poco más en la espalda de Boris, mientras este gritaba maldiciones—, ni gracias a quien, tienes los bolsillos llenos.

No pude evitar sonreír por eso. Nunca era aburrido con Katya. Un vistazo a Ivan, y él también se estaba divirtiendo con eso, nadie lo notaria, claro, pero después de tanto tiempo, había aprendido a leer sus ojos. Kirill, por otro lado, el no ocultaba nada, tenía una amplia sonrisa en el rostro.

—El cuerpo de mi padre todavía no se enfría, —continuó Katya, diciendo a la habitación, pero siguió pisando la espalda de Boris, se había quitado las gafas de sol y la ira se veía en sus ojos—, quizás quieras dejar de preocuparte por cual imaginaria tajada te tocará… o tal vez… —su tacón debió aplastarlo más porque el valiente de Boris gimió de dolor—, acompañarlo.

—Tranquilicemos todos, —dijo mi tío Maxim, el mellizo de mi padre—, querida, ¿puedes soltar al pobre Boris? Tenemos que ponernos de acuerdo, hay mucho trabajo que hacer. —Se pellizcó el puente de la nariz, como si estuviera tratando con una niña pequeña. Katya nunca soportó al tío Maxim, pero era por como él la trataba. Esto era un patriarcado no evolucionado, y mi hermana mayor no toleraba la condescendencia con la que se dirigía a ella.

En realidad, Yekaterina Ivankov no toleraba la mierda de nadie. Punto.

Todo el Circulo estaba reunido, después de dar los falsos respetos a nuestra familia. Estaban aquí, peleando como ratas por un pedazo de queso. El pedazo más grande.

—No hay mucho que explicar, es claro que mi hijo, el heredero de Artem, Aleksander Ivankov debe hacerse cargo. —Mi madre, con su voz petulante, en su ordinario estilo de asegurar su rebanada. Siempre ha creído que puede manejar los hilos, él porque, es por completo incierto.

Los murmullos de disgusto corrieron por la habitación. —Todavía es un niño, es mejor que un hombre…

Mi mano apretaba su garganta mientras lo tenía presionado contra la pared. —Si tu opinión conlleva el insultarme, a mí, a un Ivankov, cierra la maldita boca Dominik —mis ojos no lo soltaron—, a menos que quieras un recuerdo mío en tu frente, —apreté más su cuello, podría partirlo en un movimiento—, dime Dominik, y te mostraré dónde pasan el invierno las langostas.

 —Aleksander… —murmuró el tío Maxim.

Solté a Dominik después de apretarlo un poco más.

Que puedo decir, la sangre Ivankov es intolerante a cualquier falta de respeto.

Dirigí mi mirada a los ojos verde oscuro de mi tío. El parecido entre él y mi padre era mucho, pero sus ojos siempre fueron un factor diferenciante, yo tenía el color de mi padre que a su vez tenía el de su padre, pero mi tío tenia los de su madre.

 —Basta tío, asumiré mi derecho y mi responsabilidad —mi mirada corrió a través de cada uno de los que estaban presentes, y regresó a posarse en mi tío—, pero al tiempo convenido, existe un periodo otorgado por el mismo Artem Ivankov, que me exenta del cargo, hasta que cumpla los veinte años.

—Pero eso fue antes de que Artem muriera —mi madre pronunció con desdén— es obvio que las cosas han cambiado, —su interrupción se llenó de imposición—, asumirás tu lugar en…

—Svetlana, viuda de Ivankov —el tono de mi voz dejó ver la ira que estaba recorriéndome, ya estaba harto de sus interferencias y de su ansia de poder— tú no tienes voto aquí, tu consejo podría ser escuchado, pero no en este momento, retírate.

Ella se me quedó viendo. —Bien, Yekaterina, vamos…

—No —corté su excusa, la ira no se ocultaba en mi pronunciación.

—Pero ella es una mujer y…

—Ella es parte del Círculo, deja ya de interrumpir, retírate. —La mujer es mi madre, pero es insufrible, y lo que es peor, no se molestaba en ocultarlo y todos los sabían. Solo se quedaba para asegurar mi lugar, con alguna idea retorcida de que eso la llevaría al poder. O al dinero.

Su rostro estaba avergonzado, y quería contradecirme, pero sabía que hacer eso sería contraproducente, no solo me haría ver débil, la mostraría rebelde, impropio de la señora Ivankov. Apretó los dientes e inclinó su cabeza en señal de obediencia, retirándose de la habitación y cerrando la puerta tras su paso.

—No estoy siendo irrespetuoso con esto, pero seguiré las indicaciones que mi padre dejó —declaré al Círculo y que se vayan al infierno si me quitan este tiempo.

Igor Smirnov, el de mayor edad del Círculo y quien hubiera sido la mano derecha y confidente de mi padre, se aclaró la garganta y dio un paso al frente. —Estoy de acuerdo en respetar la voluntad de Artem, pero, ¿quién comandará?




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