Pneuma

CAPÍTULO TRES

—El dinero no es problema Sam, contrata toda la gente que requieras, pero necesito que esté listo en menos de una semana, ¿puedes hacerlo?

—Si Aleksander, se puede hacer, empezaremos mañana, muy temprano, tendremos que manejar turnos triples, incluyendo el nocturno para terminar en ese plazo.

—Gracias Sam, estará abierto, asegúrate que los grupos no se mezclen.

El problema era contratar distintos grupos de personas, para que nadie uniera en sus mentes lo que se estaba haciendo. Por medio de muros, estaba uniendo la casa donde viviré con las que estaban a cada lado.

Para el ojo externo, parecerán tres casas separadas, pero en realidad se volverán rutas estratégicas para confundir al enemigo, o salir discretamente, si lo requiero.

La casa es lo bastante grande, dos habitaciones en la planta baja, la sala, cocina y un baño de servicio, y arriba había tres recamaras y una habitación pequeña, no necesitaba más espacio, pero si muebles. La cocina es muy antigua, y soy una persona que cocina. Cuando estuvimos en la Academia, no tuve elección. Las veces que me metía en problemas me ponían en la cocina con el objetivo de humillarme, pero terminé agarrándole gusto y ahora disfruto cocinar. También acondicionaré un gimnasio, porque este paquete no se conserva solo.

Las otras tres casas próximas, se ven habitadas, aunque estén más vacías que el alma de mi madre. Requeriré medidas de seguridad. Supongo que mi hermana tenía razón de mudar a Tatiana a la mansión.

Nadie lo imaginaria, con lo tierna que suele lucir, y solo mi hermana, los chicos y yo lo sabemos, pero Tanya, es un jodido genio. Tiene un IQ de 142, es un az con tecnología de seguridad y una hacker consumada. Y bajo la tutela de mi hermana mayor, que no solo le permitió pulir sus habilidades naturales, también convirtió su cuerpo en un arma, casi al nivel de Kirill.

Las últimas dos casas, son las que siguen estando cerca, pero de todo el grupo, son las que están más alejadas, tanto de las demás propiedades como entre sí. Esas les pertenecen a Ivan y Kirill.

Pensé en tomar un baño, pero mis pies me llevaron al balcón de mi habitación. En el cielo, el atardecer ya estaba por caer, y en el horizonte, la vista era magnifica, en definitiva, lo mejor de la zona.

Vi el frondoso árbol, y la recordé. Me pregunté que estaría haciendo, y si, se acordaba de mí.

Estúpido, lo sé, pero esos eran mis pensamientos.

Estaba por meterme a la habitación, cuando un escalofrió eléctrico me atravesó y un sueño paso por mis ojos. Parpadeé varias veces, creí que estaba alucinando, pero no..., era ella, estaba aquí, en el árbol.

Una pizca de adrenalina llenó mi torrente sanguíneo, y antes de lo que pensará un poco, ya estaba brincando el muro.

—Sabía que no podías alejarte de mí encanto, ricitos, pero no creí que fueras del tipo pegajosa. —No pareció sorprendida por escucharme, pero estoy seguro que no pudo haberme visto.

—Demasiado ego para ese cuerpo, además, ¿amor? —En este momento había más luz que ayer, y aunque aún no podía verla por completo, si vislumbré un poco, y estaba sonriendo. Eso, me provocó una punzada en el pecho. Entonces, cambió el tono de su voz—. Eras más agradable con una lata de cerveza y en las sombras.

—Así que, ¿crees que soy agradable? —Estaba divertido, y no habían pasado ni cinco minutos con ella. No había sentido este sentimiento, de diversión y tranquilidad, en años. En realidad, creo que nunca lo había tenido.

Sea lo que sea, terminé sentándome a un lado de ella, igual que ayer.

—Tal vez solo fue el alcohol, —sonreí, y me concentré en la envoltura de un sándwich con la que parecía batallar— además, la vista es impresionante, te hace no querer alejarte o solo regresar, cuando ves así la ciudad, es solo, que parece, por un momento al menos, que los problemas son tan insignificantes.

—Si, lo sé. —Tomé el sándwich de su mano y lo terminé de abrir, se lo regresé y busqué en el contenido de la bolsa de plástico que llevaba. Bingo. Tomé el otro sándwich. Lo desenvolví y recordé la pequeña salsa mexicana que siempre suelo llevar, —consecuencias de la Academia— y rocié un poco en el sándwich.

—Estoy empezado a sospechar que me estas acosando, ¿no eres un asesino o algo así verdad?

O algo así.

—¿Acosando? Yo debería preguntarte eso, yo vivo aquí —sonreí al ver el puchero natural de sus labios, le quedaba, no como a las chicas de la escuela que lo usaban todo el jodido tiempo, como si sacar el labio y hacer un berrinche fuera a conseguir que les quitara las bragas, o peor, la maldita cerca blanca—. ¿Qué edad tienes?

—Oh, compartiendo información personal ¿verdad? Un poco tarde para eso, menor de edad, cerveza involucrada, hmm sip, mejor dejemos que exista el misterio.

Joder. A la mierda el misterio, quiero todo el maldito expediente.

Que no tenga quince o estaré muy jodido. Estaba confundido con ella, se veía muy joven, pero su postura, y la forma en que me miraba, la hacía ver mucho mayor. Pensaba en ello, cuando sentí que colocó algo en mi mano.

Bajé la vista, y un hilo helado corrió por mi espalda. Había una envoltura de chocolate, con la exacta mitad de la deliciosa barra. Pero no era cualquier chocolate, era mi favorito desde que recuerdo. El único que consumo de hecho.

KitKat.

¿Cómo…? Recordé con rapidez los momentos de ayer, pero no había nada que le diera esa impresión. Mierda, y ¿si esto era una jodida trampa?

—Oh Dios, no es tu enemigo, ¿quieres un pedazo o no?

Ella ya había mordido la otra mitad. Pero eso no significaba que esta mitad no estuviera envenenada. Pero no había forma de que Ricitos supiera donde estaría, y que vendría aquí.

A la mierda. Levanté el chocolate y lo mordí.

Delicioso.

Nos quedamos en silencio por un largo rato y no había caído envenenado. Era muy cómodo. No había necesidad de llenar el silencio. Pero entonces, sentí una anticipación, una ligera dosis de adrenalina, justo como más temprano, quería tocarla. Y la sensación era fuerte. Gracias a Dios por que su voz interrumpió mis pensamientos.




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