Pneuma

CAPÍTULO CUATRO

—¡¿QUÉ?! —gruñí por el altavoz de mi teléfono, a quien sea que estaba detrás del otro lado.

No solo porque era demasiado temprano según el reloj que estaba en mi mesita de noche, sino porque, estaba en un muy buen sueño, con una candente chica de cabello rizado y ojos de miel.

—¡No me ladres! Y será mejor que estés despierto, llego en cinco a instalar lo de la seguridad y necesitaré manos.

Ahora sí, ya estaba despierto. —¿Tatiana?

—Nos vemos.—Y colgó.

No era el único gruñón esta mañana. Envié mensajes a Ivan y Kirill para que vinieran a ayudar. Me vestí de prisa, y estaba listo un segundo antes de que sonara el timbre.

Me apresuré porque el tintineo del timbre no paraba. Estaba a unos pasos cuando la puerta se abrió por completo. Tatiana estaba detrás de ella. ¿Pero… cómo demonios?

Un momento.

—Tatiana, no te di la dirección.

Ella pasó por un lado de mí. —No, no lo hiciste. Lindo lugar, por cierto. —Acto seguido, se dejó caer en el sofá. Yo solo veía su espalda, estaba un poco aturdido para ser tan temprano.

Me puse de pie frente a ella. —Tatiana, ya hemos hablado de esto, deja de rastrearme.

—¡Tú me pediste venir aquí! —La inocencia en su rostro, no me la iba a creer.

—Tatiana… —me interrumpió el sonido del motor de la Harley Davidson de Ivan. Un minuto después él había entrado. Alcé mi rostro y…

Mierda.

Avancé con rapidez en su dirección, y él, intuyendo que algo estaba mal, desaceleró su paso.

—Tienes mierda en la cara —susurré lo más bajo que pude y que lograra escucharme. Su ceño se frunció, confundido—. Tatiana está aquí, y tienes lápiz labial por toda la cara, joder.

Su rostro se enrojeció. Ivan, quien era conocido por siempre mostrar indiferencia, solo se sonrojaba cuando Tatiana estaba en la ecuación. Y todos sabíamos que Tatiana tenía un enamoramiento por Ivan desde que era una niña en pañales. Y aunque él no le correspondía, tampoco quería herirla. Ninguno de nosotros, ella es después de todo, las más pequeña del grupo.

Aunque sea casi tan letal como cualquiera.

Le hice señas para que fuera a limpiarse a un baño, y me dirigí con Tatiana.

—Bien, ¿qué tienes para mí? —pregunté.

Su pequeña cara de duende se llenó con una sonrisa divertida y malvada.

—Solo lo mejor Aleksi.

Nos dirigimos a su Fiat blanco descapotable. Me mostró cuatro maletas con diferentes artefactos. Para ser honesto, no reconocí nada de eso. Entonces, el Bentley Continental GT V8 de Killian se estacionó.

Él se acercó y le dio un abrazo a Tatiana. —¿Cuándo vas a actualizar tu auto Tanya?

Ella frunció el ceño. —Todavía sirve, no tengo chicas que impresionar con mi auto Kirill, para lograr llevarlas a la cama.

Kirill enseñó una sonrisa muy amplia. —Oh pequeña… —y entonces procedieron a correr alrededor del auto, correteándose.

—Espera, ¡espera! —gritó riendo Tatiana— sabían que —tomó aire— sabían que, ¿habrá un nuevo ingreso en la prestigiosa preparatoria Lancaster?

—No, y ¿eso qué? —preguntó Kirill con una sonrisa comemierda en el rostro, y la postura lista para seguir corriendo.

—Es el primer ingreso desde que entraron los de primero, ósea nosotros. Y nunca, desde que se fundó la escuela, nunca ha habido un ingreso entre segundo y tercero.

—Sigo sin entender… —Kirill se posicionó para impulsarse.

—¡Espera!—Tanya siguió riendo—. Espera, espera, este próximo popular ingreso, es a tercero, y… es una mujer.

No era difícil adivinar como es que la pequeña hacker sabia ese tipo de información. Su habilidad alimentaba su vicio cotilla. Por otra parte, a mí me importaba una mierda si era hombre o mujer.

Para mi desgracia, solo había podido pensar en cierta rizada con mal carácter.

Tanya sonrió con malicia, lo hacía cuando estaba a punto de atacar. —Tal vez, como ella es nueva, y va a estar en nuestra generación, quizás a ella si puedas impresionar con tu auto, —se encogió de hombros— ya sabes, quizás por fin podrás anotar.

El chillido de Tanya fue la única advertencia que se escuchó cuando Kirill se impulsó hacia ella. Seguían correteándose, hasta que Ivan salió, y ella se detuvo con brusquedad, su expresión se volvió cenicienta.

—¿En qué ayudo? —preguntó Ivan.

Tatiana estrechó sus labios, en señal de disgusto, sus ojos tenían dagas en dirección de mi segundo. —Bajen las maletas, iremos en uno de sus autos a la casa más alejada, comenzaremos por ahí.

—¿Por qué no vamos en el tuyo? Ya están las maletas ahí —preguntó Kirill, quien se había detenido detrás de Tatiana.

Mierda. Apreté el puente de mi nariz. Ya estaba estresado para ser tan temprano.

—Porque… ¡no llevaré a Ivan! —Tatiana gritó mientras estiró su brazo para señalarlo con su mano—. ¡Tiene lápiz labial por toda la camisa!

Todos dirigimos nuestras miradas a Ivan. A su camiseta.

—Mierda —soltó él. Y entonces, nos dio la espalda, se quitó la camisa para ponerla al revés.

Pero solo lo empeoró.

—Saben que… yo… yo los veo allá —la voz cortada de Tatiana se escuchó solo un momento antes de que arrancara su auto.

A gran velocidad.

—Mierda, me olvidé de la camiseta —Ivan se sobaba la parte trasera de su cuello.

—Idiota —le escupió Kirill— tienes la espalda llena de rasguños, frescos y marcas de lápiz labial, de diferentes tonos.

—Jodeeer —sus ojos se abrieron alarmados.

—Si joder, no es que tengan una relación y no es que vayan a tener una.

—Es una niña idiota, claro que no tendría una relación con ella.

—Síguete diciendo eso, y síguete follando a todo lo que tenga falda, pero cuando sea el turno de Tatiana, no lloriquees.

—¿De que estas hablando? ¿Qué turno? —Ivan dio unos pasos, acercándose a Kirill— ¿Qué sabes? Es una niña, ella no va a tener ningún jodido turno.




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