Pneuma

CAPÍTULO SEIS (Parte dos)

Estuvo dormida todo el transcurso del camino. Cada vez que volteaba a verla, veía su rostro rojizo y sudoroso por la fiebre, y la ira me inundaba con fuerza.

Cuando llegué a casa, mi tío y una enfermera ya estaban ahí.

—Doctor Grant, gracias por llegar tan pronto. —Saludé con una inclinación de mi cabeza, con Lenna entre mis brazos—. Esperen un momento por favor. —Los dejé al pie de la entrada, mientras quitaba el control de seguridad, no podía usar las manos, pero gracias a la tecnología de la enana, podía usar mis ojos.

Una vez que estaba abierto, les indiqué que pasaran. Los guíe, subiendo las escaleras hasta mi habitación, coloqué a una, todavía inconsciente Lenna, en mi cama. Había algo muy agradable en verla ahí, en mi cama, entre mis sabanas.

Mierda, ella estaba delicada y yo con mis tonterías.

—Señora Grant, por favor preparé a la paciente, mientras le doy indicaciones al señor Thompson.

—Si doctor —contestó la enfermera, y se dirigió hacia Lenna.

Sali de la habitación con mi tío, y los dos bajamos las voces.

—¿Señora Grant? Tío, ¿te casaste? —pregunté.

Él sonrió muy amplio. —Lo hice, ¿no creerás que traería alguna extraña a tu casa?

—Oh. —Joder, ni siquiera lo pensé, solo estaba concentrado en Lenna—. ¿Ella sabe…?

Dejé la pregunta abierta, pero el sabia a lo que me refería. Bajó sus hombros, y sus ojos llenos de culpa me vieron, negando con lentitud. —Lo siento sobrino, no, no lo sabe, es solo que…

Coloqué una mano en su hombro. —Eso está muy bien tío, tienes derecho a una vida alejada de esta mierda, y así se pactó desde hace años, además, es mayor seguridad para tu sobrino favorito si nadie sabe quién soy. —Y lo era, nadie sabía de la existencia de mi tío en mi mundo a excepción de Katya y mi madre, y en el mundo de mi tío, nadie sabía quién era yo.

El bufó. —Eres mi único sobrino. Ahora dime, ¿qué fue lo que pasó?

—La verdad, es que no lo sé, ella estaba bien ayer, y hoy...

—Doctor Grant —el chillido en voz baja de la enfermera me interrumpió, los dos volteamos a verla, ella tenía los ojos muy húmedos, parecía que estaba intentando y fracasando, en ocultar sus lágrimas.

Eso me alarmó.

—¿Qué pasa? —pregunté un poco más duro de lo que había sido mi intención.

—Mmm… —la enfermera miraba entre mi tío y yo.

—Adelante… enfermera Grant, diga lo que sucede, el señor Thompson encontró en ese estado a la chica.

—Ella… ella tiene un esguince intercostal, presenta síntomas de costocondritis, y tiene, tiene varias contusiones… por todo el cuerpo, inflamación en las zonas afectadas, evidente dolor muscular y fiebre. —Ella tragó saliva, su voz temblaba un poco—. Doctor, esa chica… ella, tiene muchas lesiones de diferentes épocas, algunas muy antiguas, no pudo haber tenido más de cinco años.

Una punzada en mi pecho me inmovilizó un segundo.

Lenna, ¿qué te han hecho?

—De acuerdo, voy a necesitar más indumentaria. Vayamos al auto para descargar algunas cosas, necesitaré instalar un equipo portátil de RX para descartar lesiones más graves, fracturas o daño a los órganos internos.

—Si doctor.

Ellos se movieron con rapidez, yo los seguí en automático. Mi pensamiento solo bombardeaba una pregunta. ¿Qué demonios te pasó Lenna?

Tiempo después, me reuní con todos en la recamara. Lenna había sido cubierta para resguardar su dignidad, pero lo que se podía ver, me causó nauseas.

Yo tenía sangre en mis manos, y he podido dormir tranquilo, pero verla a ella, me estaba desmoronando. Ricitos tenía moretones por todo el cuerpo, debajo del pecho es donde estaba más afectado, y las marcas que tenía en las piernas, tenían la forma de un pie.

Sentí castañear mis dientes de ira.

—Enfermera, ¿signos de agresión sexual? —preguntó mi tío.

Mis ojos se abrieron, volteando con rapidez a ver a la enfermera. Fue un segundo de espera, quizás menos, pero fue eterno, el oxígeno salió de mi cuerpo, mis piernas no querían sostenerme.

—Negativo doctor.

Sali de la habitación, y me recargué contra la pared, exhalando todo el aliento que contenían mis pulmones. Jodidas gracias, ¡Jesús!

No podía entender que era lo que me pasaba, no analizaba nada de mi comportamiento errático, solo estaba concentrado en ella. Dejé caer mi peso al suelo. Tomé respiraciones profundas para calmarme, mis ojos estaban húmedos, y eso no me había pasado, en… no recuerdo cuando fue la última vez que pasó.

Tiempo después, mi tío salió de la habitación. Me levanté y bajamos a la sala.

—No sé cómo pudo soportar tanto dolor, Aleksander, esas lesiones, muchas menos de las que tiene, hubieran tumbado a cualquier hombre fuerte y sano, y estoy hablando de las recientes, todo lo que su cuerpo ha acumulado es, insólito, es como si la pobre niña hubiera estado en cautiverio.

Eso no ayudaba a mi deplorado estado de ánimo.




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