Pneuma

CAPÍTULO SIETE (Parte uno)

Cuando bajé, Ivan y Katya estaban de pie, frente a frente. Siempre había una especie de tensión entre ellos, desde que éramos niños.

—¿Por qué no dices nada Ivan? —Los puños de Tatiana se enroscaron alrededor de la camisa de Ivan—. Voy a patear tu prostituto trasero si algo le pasó a mi hermano.

Jesús, ella pensaba que me había ocurrido algo. Por eso estaba tan alterada, cuando era la imagen de la quietud y el autocontrol.

—Porque no lo intentas princesa, no seré suave contigo —declaró Ivan, él tenía una burlona sonrisa de lado y había un cierto brillo depredador en sus ojos, que no había visto, en… nunca.

—No podrías resistirme ni dos minutos Malkovich.

Ivan tomó la barbilla de Katya. —No soy uno de esos princesos que te gusta dominar Yekaterina, y ya no soy un niño.

Ella se soltó de su agarre, pero sus puños aún estaban en la camisa de Ivan, y estaban a una respiración de distancia. —¿De verdad? Con todo el alcohol, las peleas clandestinas y el asunto de Tatiana, no lo hubiera sabido.

—Estoy aquí —interrumpí antes de que se complicara todo. La cabeza de Katya giró en mi dirección con rapidez. Soltó a Ivan, se puso frente a mí, y giró a mi alrededor, inspeccionando—. Estoy bien sestra, no estoy herido. ¿Qué haces aquí?

Ella me dio un abrazo torpe. —Cuando el doctor me llamó, diciendo que venía a tu casa, ¿que se supone que pensara? —Oh mierda. No le especifiqué a mi tío que no era yo el herido—. Si no estas lastimado y simpaticón aquí presente está bien, —señaló hacia Ivan, y el hizo una mueca— ¿quién está herido Sasha? Acaso… ¿la enana? ¿Kirill?

—No Katya, nadie esta lastimado, todos están bien.

—¿Entonces a quien traerías a tu casa? —cuestionó.

Me quedé en silencio. Confiaría sin ninguna duda en mi hermana, pero no estaba listo, no creo que alguna vez lo estuviese, para escuchar el sermón sobre las chicas sabiendo mi ubicación.

Katya me analizó un momento. Sus ojos similares a los míos, estaban buscando. Un par de segundos después, ella levantó la palma de su mano. —Sabes que, creo que no quiero saber, eres un hombre, inteligente, fuerte, confió en tus decisiones, —eso era nuevo—, y estoy feliz de que estes bien, te ves… vivo, pero tomé un vuelo apresurado de cuatro horas y debo tomar otro de regreso, necesito descansar, un trago, y quizás un homb… —sus ojos se agrandaron solo una fracción— honesto y reparador sueño.

Mi mirada se unió a la de Ivan.

—Katya, saliste de la ciudad, ¿sin tus guardias? —Intentó reprenderla Ivan. No es que lo lograra, o pudiera. Ella solo se encogió de hombros—. Eso es muy imprudente, tienes la corona en este momento y si…

—Basta, no iba a traer a un sequito a la casa de mi hermano, sé cómo cuidarme Ivan. —Ella sacó su móvil de su bolso, y marcó. —Hola enana… claro… estoy en casa de… jajaja por supuesto que ya lo sabias… entonces te espero… ¿en cuánto tiempo?... genial, te veo entonces. —Y colgó—. Me alegro que estes bien Sasha, iré a descansar unas horas a la mansión, es peligroso que permanezca mucho tiempo aquí, y después regresaré a Chicago.

—Katya, ¿está todo bien? ¿Has tenido algún problema con la hermandad?

—Nada que no pueda manejar en tacones altos. —Me dio una palmada en el hombro, caminó hasta abrir la puerta, pero la detuve.

—Yekaterina. —Ella se quedó de pie en la salida, dándome la espalda—. ¿Por qué tan pronto y porque, él?

Los tres sabíamos que me refería a la instrucción. El sonido de un auto, se detuvo sin apagarse, por la puerta abierta identifiqué el auto de Tanya. Mi hermana me contestó, sin voltear a verme. —Hay una amenaza fantasma Aleksander, debo eliminarla y con rapidez antes de que se expanda, lo haré para poder cumplir tu sueño, hermanito. —Y con eso, se marchó.

No he tenido un sueño o un deseo desde antes de entrar a la Academia, y entonces era una tontería imposible.

No me ha llamado hermanito desde la vez que nos despedimos cuando marché a la Academia.

A no ser que ella…

Ignoré el pensamiento cuando Ivan se me acercó. —Las llaves están pegadas en esa cosa rosada. Ten cuidado Sasha, la amenaza más inmediata, está en tu habitación. —Se detuvo a unos pasos—. Activa el sistema de seguridad, no advirtió cuando llegó tu hermana—. Y también se fue.

Debí haber desactivado todo en vez de solo mi casa, cuando entré con Lenna en brazos. Comprobé que todo estuviera bien, y subí a mi habitación.

Abrí la puerta con lentitud, y la dejé entreabierta. Me senté en un sillón que estaba frente a la cama, con cuidado de no hacer ruido. Ella seguía durmiendo, se veía tan tranquila, indefensa, agotada. La sabana que cubría su cuerpo, se movía con lentitud, por su respiración.

Ivan tenía razón, pero no como pensaba. Lenna no era una trampa, pero si era una amenaza, una en la que parecía estar cómodo de abrazar.

Perdí la noción del tiempo mientras la miraba, pero un ruido que provino de ella y que parecía ser borborigmo, me distrajo haciéndome sonreír, entonces, ella se removió solo un poco, y no comprendo porque lo hice, pero, me recosté y fingí dormir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.