Me encontraba en el estacionamiento, esperándola. Había llegado demasiado temprano, pero no esperé mucho para verla. Mis ojos siguieron todo el camino, desde que el faro rosado entró. Una vez que su barbie móvil estuvo estacionado, le di unos segundos para ver si haría un movimiento. Pero se quedó dentro del auto, revisando su celular.
Salí de prisa del Jeep y me adentré en su auto. Una vez que me senté, vi su cara y tenía su linda boquita en forma de o. Quería besarla, tan mal. Pero en cambio, le pregunté sí estaba bien, y tomé su mano, porque necesitaba el contacto.
Después de un rato de cómodo silencio, el estacionamiento se comenzó a llenar, y decidí salir antes de que nos vieran juntos. No quería presionarla con el tema, pero lo haría… pronto.
Ella era mía y ya era hora de que se diera cuenta.
Mientras estuve en clase, el pensamiento de que tenía que ir a la instrucción llenó mi mente. Y Lenna. Revisé la imagen con su horario. Y al terminar la clase, me dirigí para encontrarla.
La vi caminar directo hacia mí. Ella se veía tan hermosa, ignorando el mundo a su alrededor, fría y cálida. Su caminar volvió a la normalidad. Justo un paso después de mí, tomé su brazo y la jalé, metiéndonos en la familiar aula vacía.
La tenía contra la pared, sus ojos estaban cerrados, coloqué mi palma sobre su mejilla y sentí el pequeño temblor en su cuerpo. Ella me quería. Y yo la anhelaba. Su olor de vainilla dulce me envolvía.
Esto ya no era solo deseo o lujuria.
Y luego ella susurró mi nombre, tan dulce, tan sensual, tan necesitado, tomé su boca, y ella me rodeó con sus brazos, con urgencia, con tanta intensidad, que agarré todo de mi para no perder el control.
—¿Qué estás haciéndome Lenna?
—Eres tú el que está haciéndome algo Aleks, confiscándome en los pasillos. —Pequeña bruja.
—Me has embrujado, haces que sienta cosas, que desee cosas.
—Solo es lujuria —contestó.
Esta chica, hermosa y terca chica. —No —dije con convicción, reconociendo el sentimiento—, no es solo lujuria.
—No puede ser nada más.
Tenía que explicarle, tenía que reclamarla y hacerle ver que estaríamos juntos. Pero entonces, tocaron la puerta, avisándome que tenía que salir. Y se me agotaba la oportunidad, mañana me iría. Con suerte, regresaría.
Necesitaba más tiempo.
—Sígueme en tu barbie móvil a la salida.
Ella quería negarse, lo vi en todo su lenguaje corporal. Pero no porque no quisiera, no sabía si era miedo o si estaba jugando a hacerse la difícil, aunque no parecía ser lo último. La tomé con suavidad de la barbilla y la vi directo a los ojos. Entonces aceptó.
A veces solo necesitaba un empujón.
Le di un beso en la punta de su nariz y salí del lugar.
En la clase de la señorita Carter, un Kirill ausente me llamó la atención. Y no era el único. La profesora continuaba volteando a ver el asiento de Kirill, varias veces. Le hice señas a Ivan, preguntado por mi primo, pero el solo se encogió de hombros.
Kirill nunca ha faltado a esta clase desde que la señorita Carter la imparte. No sin justificación. Así que me puse a teclear.
Aleksander: Donde carajos estás hombre.
Esperé unos minutos y luego la notificación en mi móvil me alertó de un mensaje entrante. Pero no era Kirill.
Enana: Ella me agrada. Estaremos en la cafetería.
Bueno, eso estaba bien. Sentí una breve calidez extraña al pensar en que ellas se harían amigas. Tanya ha tenido problemas para adaptarse en ese aspecto, le cuesta mucho socializar, sobre todo con las chicas de la escuela, la gran mayoría solo la quería cerca porque la veían con nosotros, y eso la lastimó. Cuando Ricitos habló sobre no tener amigas, fue fácil notar que no había tenido buenas experiencias.
El móvil volvió a vibrar.
Kirill: ¿Por qué? ¿Ya me extrañas?
Idiota.
Aleksander: Quizás una bajita y curvilínea profesora que parece va a perforar con la mirada tu lugar.
Espere un par de minutos, pero no contestó. No me inquietaba, sabía que con eso aparecería en cualquier momento. Y así fue. Porque segundos después, un barullo en la puerta me hizo levantar la cabeza. Maldito psicótico.
Kirill estaba en la puerta, por cómo se veía, había corrido y tenía una enorme sonrisa de comemierda en su cara.
—Señor Ivankov, es bastante tarde.
—Lo sé señorita Carter, pero verá, he decidido venir, porque estaba extrañando mucho esta clase.
La profesora hizo un movimiento con su cabeza para señalar que entrara. En apariencia se veía molesta, pero estaba sonrojada y una sonrisa estaba amenazando con escapar.
Bueno, así que lo de Kirill no era tan platónico como parecía.