Ivan: Los tengo.
Bien, una cosa menos por la que preocuparme. Ivan recogió las identificaciones y los teléfonos encriptados de con Tatiana, quien siempre conseguía distintos para cada evento. En este tipo de instrucciones debíamos viajar en un avión comercial, y por supuesto, nadie debía saber que éramos nosotros.
Kirill y yo nos reunimos en la casa de Ivan para recogerlos, y ultimar detalles. Llegaríamos por separado al Aeropuerto Internacional de Sacramento, aunque los tres tomaríamos el mismo vuelo, estaríamos en diferentes lugares y estaríamos distanciados hasta que llegáramos al auto de alquiler en el estacionamiento del Aeropuerto de Omsk.
Como desconocidos.
Llegamos cuando apenas se vislumbran los primeros rayos del sol. Localicé de inmediato el auto y me senté en la parte trasera, esperando. Minutos después, Ivan llegó y se colocó en el asiento del conductor. Esperamos en silencio hasta que llegó Kirill y se sentó en el copiloto. Nos repartió bebidas y aperitivos que compró en alguna tienda del aeropuerto.
—¿Localización? —preguntó Ivan, estaba por contestarle que aún no la enviaban, cuando vibró el móvil que tenía en la mano.
Private number: Lermontov, 2021d, Luzino 5487254 Rusia
Se lo dije y nos pusimos en marcha. Teníamos una dinámica, siempre estábamos concentrados, por lo que no solíamos platicar ninguna trivialidad. En silencio, de lleno en la instrucción.
Treinta minutos después, llegamos a la ubicación, un almacén que por fuera se veía destartalado, y buscamos un lugar privado donde estacionar. Nos bajamos, buscamos las armas en el maletero y nos armamos hasta los dientes.
Entonces, esperamos.
Private number: Total 5, entrada.
Bien. La adrenalina corría por mi cuerpo. En mi mente, pasó un destello de Ricitos, pero lo ignoré, no podía pensar en ella en este momento. Me concentré en el archivo que nos dieron hace días.
El objetivo, Faddei Pankratov.
Private number: Ok.
Les hice la señal a los chicos y todos nos pusimos el pasamontaña. Ingresamos en el almacén, y después de tantos años juntos, parecíamos uno solo. En cuestión de minutos, teníamos abolidos a los cinco guardias de Faddei. Kirill sacó el detector y una vez que asintió en señal de que no hubiese cámaras ni micrófonos, nos quitamos el pasamontañas.
Cuando Faddei me observó, su cara palideció, tan blanca como la jodida nieve que nos rodeaba.
—El ojo frio Ivankov —susurró al mismo tiempo que una mancha aparecía en sus pantalones.
—Tu reputación te precede moy brat —se burló Kirill.
—Sabes porque estamos aquí Faddei, solo quiero un nombre y esto puede ser fácil, hazlo difícil y sabes lo que pasará.
—No… no puedo… va a matarme —lloró.
—Morirás de todos modos, la cuestión aquí, es como será.
—No quiero morir, hagamos un trato —gimoteó.
—Anna Miller, Wing, Dakota del Norte —dijo Ivan.
Los ojos y la boca de Faddei se abrieron enormes. Estaba asustado. Sus ojos suplicaban, pero yo era un ejecutor, y tenía una misión, no fallaría.
Faddei trago saliva, y asintió. —A… ¿alguien más… lo sabe? —susurró, su voz cargada de miedo.
—Una vez que nos digas lo que queremos, olvidaremos su nombre. No ha sido detectada Faddei, el rastro de tu hija es excelente, solo que somos mejores —contestó Kirill.
Faddei asintió, tembloroso y resignado, entonces, empezó a vomitar toda la información.
—La orden de seguir la dio Danil Romanov, no ha habido un embarque en este mes, pero se programó uno en tres semanas, Mikhail Volkov, el… él es el encargado de realizarlo, quedamos de vernos aquí, si… si lo eliminas a él, tumbaras toda la operación, ni siquiera Danil podrá continuar sin él.
Mi cuerpo se tensó con la información. Después de tanto tiempo, estábamos cerca. —¿Por qué? ¿Quién es el?
—Mikhail es el que tiene los contactos, es tan paranoico que no ha dejado que nadie más pueda jalar de los hilos, para no ponerse en peligro, siente que es imprescindible y por eso no lo tocaran.
—¿A qué hora es la reunión? —preguntó Ivan.
—En 30 minutos.
—¿Cuántos hombres suelen acompañarlo? —continuo Ivan, ya preparándose en su mente.
—Solo dos, no le gusta llamar la atención con más gente.
—Bien Faddei, te agradezco la información.
—Ivankov, no… no vas a tocarla, ¿verdad?
—No lo hubiese hecho, es solo una niña. —Mis ojos se concentraron en el—. Una niña, como muchas de las que has vendido, Faddei.
Su rostro bajo, asintiendo.
—¿Tienes plan de respaldo para ella? —Fue Kirill quien preguntó, no se me hubiese ocurrido, pero es verdad, con el padre muerto, la pequeña Anna quedaría indefensa.