Pneuma

CAPÍTULO ONCE (Parte dos)

Un nombre. Por fin. —Es una rata, se dice que hará lo que sea por dinero, y que ha estado pasando información a otras organizaciones, pero no sé qué hacía juntándose con rusos, algunas facciones lo tienen en la mira, como un blanco.

—Si tan leal eres a Ivankov, ¿por qué continuaste con el tráfico de carne? —Fue Kirill quien preguntó, y yo también tenía curiosidad.

—Deudas, tenía deudas y fue más fácil seguir las ordenes que oponerme. —Su rostro estaba atormentado, debió haber pensado en las malas decisiones que realizó.

—Gracias por tu información Faddei, y por cortesía, me aseguraré que la pequeña reciba una compensación económica, anónima.

Las lágrimas volvieron a correr por la cara del hombre, el asintió y justo cuando cerraba los ojos, le disparé dos balas en su frente. El no volvió a moverse. El único sonido que resonó en mis oídos, fue el suave arrullo del supresor de mi arma.

—20 minutos Sasha —anunció Kirill.

—Acomodemos los cuerpos en las orillas y a Faddei de espaldas, recargamos y esperamos.

No esperamos mucho, los tres estábamos de pie, con las manos en la espalda ocultando nuestras armas, frente a un Faddei que le daba la espalda a la puerta, y a los invitados que acababan de pasar por ella.

Dos guardias entraron primero y justo detrás, un hombre mayor, con una barriga sobresaliente y una enorme cadena de oro en el cuello. Avanzaron unos pasos, hasta colocarse a dos metros de nosotros.

Pankratov, estas sordo o de verdad no me escuchaste llegar.

Kirill, Ivan y yo, levantamos nuestros brazos y apuntamos. Los guardias cayeron por las balas de Ivan y Kirill, mi brazo firme apuntaba a Mikhail Volkov, quien se veía sorprendido y reaccionó muy tarde para sacar su arma, Kirill ya lo había desarmado e Ivan lo tenía sometido.

La arrogancia será su ruina.

—¡¿Quién cojones son ustedes?! —chilló como un cerdo cuando le obligamos a sentarse—. Acaso no saben quién soy yo, todos ustedes… ¡ESTARÁN MUERTOS JODER!

—Cierra la boca —gruñí, mientras apretaba su mandíbula— maldito traidor.

—No puedes tocarme, ¡soy Mikhail Volkov! ¡NO PUEDES…!

Mi puño lo calló cuando conecto con su mandíbula. —Eres un puto traidor, desobedeciste a tu Pakhan y continuaste en el mercado de carne.

—Mi pakhan está muerto, tu… —sus ojos se abren, el reconocimiento se mostró en su rostro—. Aleksander Ivankov… que… que estás haciendo aquí, esto es un malentendido, ¡un malentendido! Puedo explicarlo, dame un segundo y…

—Solo quiero un nombre, no me importa nada más —interrumpí sus lamentables mentiras.

Su ceño se frunció y su personalidad volvió a salir. —No voy a decirte ni una mierda, maldito Ivankov, tu y la perra de tu hermana no saben lo que les espera… me prometieron a la puta Yekaterina, voy a follármela hasta que… —Su diatriba se detuvo por la bala dentro de su boca. Me giré, y vi el brazo de Ivan levantado.

El me vio, y se encogió de hombros. —No iba a decir nada Sasha, no tenemos el suficiente tiempo para hacerlo hablar, además, tenemos más de lo que venimos a hacer —sonríe con ligereza— y, si tu hermana supiera que un imbécil habló así de ella y no hicimos nada, pues…

Sonrío a eso. Nos patearía el trasero.

Pero mi segundo no podía engañarme. Él siempre ha sido de mecha corta si insultan a Katya, desde pequeño.

—Vámonos a la mierda de aquí —insistió Kirill.

Asentí, pero entonces, mi móvil provisional vibró.

Private number: Toma su teléfono, y escanea el código que te mandaré con su cámara. Llévatelo, te avisaré cuando lo destruyas.

Hago con exactitud lo que dice y partimos en el auto.

—¿A dónde iremos? —preguntó Kirill, quien ya estaba en el lado conductor. Nadie era tan bueno conduciendo como el, por eso siempre tomaba el volante cuando teníamos que retirarnos con prisa.

—A la pista de aterrizaje en Popovka, tomaremos un privado al Aeropuerto Fedorovka —contestó Ivan.

Se puede sentir la tensión de todos en el auto. Si bien, la acción ya pasó, la parte más difícil es salir del país inadvertidos. Y las rutas para ello, nos ponen nerviosos.

Diez minutos después, Ivan pide que nos detengamos. Kirill detiene el auto, e Ivan coloca su móvil debajo de una de las llantas para ser aplastado. Cinco minutos antes de llegar a la pista de aterrizaje, Kirill imita ese proceso, aprovechamos que estamos cerca para limpiar las armas de nuestras huellas y las dejamos en el maletero.

La tensión aumenta, porque la ansiedad por salir se incrementa.

Llegamos a la pista y cuando bajamos del auto, mi móvil me notifica un mensaje entrante.

Private number: Destruye el móvil y los documentos.

La pista esta desértica, a excepción del jet privado esperándonos. Buscamos un bote de basura y arrojamos los pasaportes y las identificaciones falsas, así como el móvil de Volkov, y le prendemos fuego.

Descanso un momento cuando estamos arriba del jet, aun no puedo sentirme victorioso, pero es difícil no relajarte cuando estas a 42.000 pies de altura.

El vuelo toma veinte minutos cuando llegamos al Aeropuerto Fedorovka. Justo cuando estamos aterrizando, el móvil vuelve a vibrar.

Private number: Casillero A-24. Terminal 2. 150785

Unos segundos después, en la pantalla aparece una imagen luminiscente en color verde del oráculo de Delfos, y las palabras DELETE parpadean, hasta que se detienen y toda la pantalla se apaga. Es la señal de que mi móvil esta frito y debo deshacerme de él.

—Bajaré primero —les anunció a los chicos—, los veré en el baño de la terminal 2.

Veo sus asentimientos, y me dirijo al casillero. Una vez que lo encuentro, e introduzco la contraseña, tomo el pequeño maletín y me dirijo al baño.

Ivan está en el lavabo y asumo que Kirill está en un cubículo. Le entregó discretamente a Ivan el sobre con su nombre. El asiente y se retira. Me quedo viéndome en el espejo, y cuando una persona sale de un cubículo, finjo que estoy por lavarme las manos. La persona se va y Kirill sale, le doy su sobre, me da un gesto con su cabeza y sale del baño.




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