Pneuma

CAPÍTULO DOCE

Llegué a la escuela buscándola, revisé su horario y tenía tiempo libre, y me dirigí a la cafetería creyendo encontrarla ahí. Podía imaginarla sosteniendo un vaso de café.

Antes de llegar, el grupito de Ashley estaba chismeando como solían hacerlo, no hubiese puesto atención, hasta que mencionaron a Lenna.

—Todos la vieron, fue asqueroso.

—Estaba follando sin descaro, es una completa pervertida.

—Sus gemidos eran cien por ciento porno, super falsa.

Ellas se rieron, pero la ira me estaba llenado. Mis ojos conectaron con Ashley y su malvada sonrisa.

—Y ¿cuándo fue Amber? —preguntó ella sin dejar de verme.

—El viernes, cuando la mayoría ya se habían ido de la escuela, yo me quedé por unos… unos libros.

Maldita zorra. Si fuera hombre, ya le hubiera sacado la mierda.

Terminé de acercarme, ellas fingieron sorpresa de verme.

—Si vuelvo a escuchar cualquier chisme de Lenna, todas ustedes lo pagaran.

Ashley estaba furiosa, le dio un codazo a su amiga la habladora y esta me enfrentó: —E-es real, yo lo vi y escuché todo.

—Ella estaba conmigo, en mi casa, maldita mentirosa, —Ashley jadeó junto a todas las demás, y miré a cada una de ellas—. Única y última advertencia, o lo pagaran.

Y aunque Lenna no hubiera estado en mi casa, era obvio que todo era una artimaña.

Cuando di unos pasos entrando a la cafetería, ya había controlado mi temperamento por la diatriba infantil. Entonces, la sensación eléctrica en mi columna me confirmó que ella estaba aquí. No tardé mucho en encontrarla, y al jodido Newman de pie frente a ella.

El puto Newman, quien dijo le gustaba mi chica. Creí que había dejado las cosas claras, pero tal parece que no.

Era momento de hacer una declaración.

Caminé directo hacia ella, sus ojos me reconocieron, y avancé hacia Lenna sin despegar mi mirada de la suya. Jesús, como la había extrañado. Sus ojos brillaron y sus mejillas se tiñeron de rojo. Tenía una galleta en la boca, ocultando lo que creo, hubiese sido una perfecta o.

Ignoro al idiota de Newman, me inclino un poco hacia la boca de Lenna, y muerdo la punta de su galleta. Cuando me enderezo, su rostro completo esta tan rojo, como nunca le había visto.

Le doy una mirada rápida a Newman, le gruño para que se largue y lo hace de inmediato. Me siento en una silla junto a mi Luna, pero ella está demasiado lejos, así que arrastro su silla, hasta que estamos casi encima uno del otro. La rodeo con un brazo, y le doy un beso casi en sus labios.

 Fue lo más que me pude contener, para no devorarla en medio de la cafetería.

—Hola moya Luna, ¿me extrañaste?

La reacción más inesperada que pude haber imaginado, me la dio. Bajó su cabeza, le vi inhalar con profundidad y comer la galleta en su boca. Y sus ojos, sus ojos se pusieron húmedos.

Una punzada en el pecho me impacto. Esta chica, será mi muerte.

Y que perfecta forma de morir.

—También te extrañé, Lenna —le susurré.

Su cuerpo se tensó cuando notó que todos en la cafetería nos veían. La saqué de inmediato del lugar, tomados de la mano y nos llevé al aula vacía. Y entonces, devoré su boca como tantas ganas tenía.

Saboree su café en su lengua, su aroma me estaba envolviendo. —Joder Lenna, como te he extrañado.

Y continué besándola, apretando su cuerpo contra el mío. Queriendo fusionarme con ella. Cuando dirigí mi boca a su cuello, su cuerpo tembló, pero necesitaba escucharla, oír su voz y saber que no era el único intenso, el único loco en esto, que no me estaba imaginando su reacción.

—¿Me extrañaste nena? Dime, dime que me extrañaste.

—Lo hice —dijo con su voz entrecortada, mis ojos vieron la verdad en los suyos—, te extrañé Aleksander.

Joder. Y entonces volví a reclamar su boca, quería su cuerpo, pero estaba luchando contra el mío para no tomarla en la puta aula. Mi polla estaba reventando contra la tela de mi pantalón. No era solo las ganas de follarla, era reclamarla en todos los sentidos, que fuera por completo mía.

Después de no sé cuánto tiempo, una vez que logré controlar la intensidad, terminamos en el suelo, yo sentado en el piso, y ella donde siempre deberá estar, en mi regazo.

La escuché decirme que no había tenido ningún problema, que su cuerpo estaba mucho mejor, y que Tatiana le regaló una laptop. Debo poner atención a esas cosas, no sabía que ella necesitaba una o se la hubiese conseguido.

Ya habíamos tardado demasiado en el aula, pero no quería separarme de ella. —¿Puedes seguirme después de clase? —pregunté.

Vi la decepción en su rostro antes de que respondiera. —No, no puedo. Lo siento.

Bueno, entonces se me ocurrió otra alternativa. —Y si nos vamos ahora, y ¿regresamos a la salida?

—¡Si! —La emoción en su cara fue bastante contagiosa—. Quiero decir, por mi está bien.




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