Pneuma

CAPÍTULO DOCE (Parte tres)

Hace horas que había llevado a Lenna al estacionamiento de la escuela, para que se subiera a su auto y se fuera a su casa.

Estaba acostado en el sofá, con el teléfono apretado en la mano. Tenía una necesidad de hacer algo por ella.

Pero… que… que… que podía hacer…

Aparte de eliminar al bastardo que vive en su casa. Dejé ir ese pensamiento por ahora, aun no estoy muy seguro de como ella tomaría algo así, por lo que iré con pausa. Eso mientras ella no resulte lastimada, de lo contrario, nada va impedirme aplastarlo.

Pero entonces, que… demonios. Estaba en blanco.

Me levanté para ir a la cocina y beber un poco de agua. Mis ojos se enfocaron en uno de los sobres de cappuccino instantáneo que compré para Lenna. Solo queda uno, tengo que conseguir más para…

Eso era, lo tengo, sabía qué hacer.

Pero tenía una complicación.

Soy hábil, letal, estratega, tengo una excelente puntería, mi cuerpo podría ser considerado un arma y soy bastante decente en la cocina. Pero soy un inútil en cuanto a realizar cualquier tipo de compra.

Cualquiera.

Y por fortuna o desgracia, conozco a la persona indicada, ella puede localizar casi, lo que sea. Aunque el ridículo no acabaría en este año. Pero de imaginar la cara de Lenna, bueno, a la mierda la burla.

Tomé mi móvil, marqué y esperé.

—Aleksi.

—Tanya, necesito ayuda con… algo —solté al mismo tiempo que le enviaba una imagen de lo que quería.

—Aja… —se escuchó silencio, mientras, imagino, revisaba la imagen— Oh. Dios. Mio, Aleksi, eres… taaaan… romántico. —Ignóralo, ignóralo—. Eres un novio tan… detallista…

—Tanya —protesté impaciente.

—Bien, pero tu versión es muy sencilla, esa chica bebe cualquier cosa que lleve café, y tengo una idea para mejorarlo.

—Está bien, pero que sea lo mejor, consigue todo lo que se ocupe, y de ese café italiano de lujo, y las cosas de chocolate que le ponen.

—¿Para cuándo lo necesitas? —preguntó, la risa en su voz no fue ocultada.

—Para ayer —gruñí, molesto por la situación divertida a mis expensas.

—Puedo conseguir y hacer que te lo entreguen en un par de horas, pero requiere instalación. —Otra cosa en la que soy inútil. Tanya intentó tragarse la risa, pero lo que sea que fuera a decir, le parecía demasiado divertido, porque estaba resoplando—.Sabemos que no te gustan los extraños y que eres enemigo del bricolaje, entonces… Ivan podría ayudarte con eso.

Si, muy divertido Tanya. Por otro lado, no hay una máquina que Ivan no entienda, es demasiado bueno con cualquier tipo de herramienta. La diana estaría en mi espalda, pero de todos modos se iban a enterar. Bien pueden ayudar.

—Bien de acuerdo. Hazlo. —Tatiana soltó una carcajada enorme, espere a que recuperara el aliento—. Y ¿Tanya?

—¿Si Aleksi? —seguía resoplando.

—Consigue alguna taza de Harry Potter —solté.

—Harry… —Su risa resonó más fuerte—. ¡Oh como han caído los poderosos! —Y fue mi señal para colgar.

Tecleé un mensaje a Ivan y me preparé mentalmente para lo que vendría.

El atardecer ya estaba por terminar, cuando Ivan llegó. Estaba metiendo las cajas que acababan de dejar en la entrada, cuando vi que el auto de Kirill estaba llegando.

Por supuesto que no se lo iba a perder.

Sus burlonas caras estaban frente a mí. —Pueden continuar las risas mientras me ayudan a meter las cajas.

—Tan sensible —se rio Kirill.

Dos horas después, habíamos terminado el trabajo. Ivan se impaciento y nos dijo que esperáramos a unos metros mientras instalaba todo. Kirill estuvo lavando los accesorios y yo acomodé y llené el estante y los exhibidores. Tatiana en verdad no se limitó.

Ahora solo quedaba aprenderme las malditas instrucciones.

—Míralo Ivan, esta tan sometido ahora.

—Idiota —solté.

—Nunca ha estudiado tanto en su vida. —Ivan tenía una lata de cerveza en la mano y ambos estaban a mi espalda, sentados en el desayunador, riéndose de mi torpeza.

—Esta cosa tiene demasiados botones —expresé malhumorado.

—Ya sabes cómo rellenar, solo practica con una bebida a la vez —sugirió Kirill.

—¿Se ha descubierto algo del móvil de Volkov? —pregunté mientras leía las instrucciones, de nuevo.

—Tatiana está desencriptando la información, la pasará a Yekaterina, pero si hay algo interesante, nos avisará.

Tatiana tenía un gran papel dentro de la organización, ella nos conseguía los dispositivos, las ubicaciones, las identificaciones, y si necesitaba desencriptar algo, ella lo hacía, pero siempre enviaba la información para que alguien más la revisara si tenía alguna sospecha de que hubiera tráfico de carne.

Cuando estamos realizando una instrucción, es Yekaterina quien escucha todo por medio de un programa que Tatiana creó, y cuando mi hermana le da la señal, Tanya va destruyendo cualquier información de los móviles que llevamos.

En pocas palabras, la enana es un punto clave de nuestras vidas, no solo de la parte criminal, y siempre salva nuestros salvajes traseros.

—¿Estás seguro que una simple cafetera no hubiera hecho el truco? —Kirill estaba leyendo el instructivo, sobre mi hombro.

Después de apartarlo, presioné unos botones y una bebida caliente salió. Estuve haciendo lo mismo unas cuantas veces, y cuando decidí dejarlo, volví a rellenar lo que hacía falta.

—Estoy harto —solté, me giré para verlos—. Tengo un poco de energía por beber todos esos cafés.

—Vamos —dijo Ivan.

Y los tres nos dirigimos al gimnasio que había improvisado en una de las habitaciones.

Llevábamos años entrenando juntos, mientras que podía vencer cuerpo a cuerpo a Kirill, nunca he podido derribar a Ivan. Todos somos letales, pero cada uno resalta en algo diferente, Kirill es excelente con los cuchillos y se funde con una maquina al momento de conducir, en una carrera, no hay forma de ganarle. Yo soy un estratega, excelente con cualquier tipo de arma y muy bueno usando mi cuerpo como una. Pero Ivan, él es mortal al momento de luchar.




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