El sonido de mi móvil, me despertó. Joder, tenía un sueño muy, muy bueno. Mas vale que valga la pena que me despertaran. Revisé la pantalla de mi teléfono, y era mucho mejor, era un sueño hecho realidad.
Moya Luna: Saliendo de prisión.
Supongo que vendría hacia acá. Me levanté, me puse una camiseta y salí al balcón. Por fortuna, había hecho un poco de aseo ayer que llegué de la escuela. Mi mirada quedó fija hacia el frente, pensando y un poco emocionado.
Hoy ella vería la nueva zona de café en la cocina. Estaba meditando en eso, cuando un movimiento rosa me llamó la atención. Ah, ricitos no venía a mi casa, iba a la colina.
Sonreí por ello y fui tras ella.
Estaba atravesando la puerta camuflada, cuando un nuevo mensaje entró.
Moya Luna: No adivinaras donde estoy.
Rei y me dirigí al mismo punto donde la vi por primera vez. Me incliné, esperando que me detectara, pero fueron solo un par de segundos la espera. Ella levantó su precioso rostro, y comenzó a recorrer su mirada por mi cuerpo. Sexy y traviesa.
—Creo que, si adiviné donde estas, nena. —Ella se levantó de prisa, y se arrojó hacia mí, dándome la oportunidad de rodearla con mis brazos y oler su aroma avainillado y dulce.
Ese momento tan sencillo, hizo latir mi corazón con fuerza. Quería sostenerla así, y no soltarla nunca.
Necesitaba tiempo, tiempo para que ella me quisiera con locura, tanto y desesperado, que cuando se diera cuenta, quien, y que soy en realidad, no pudiera alejarse de mí.
—¿Ya desayunaste hermosa? —Negó, con su cabeza enterrada en mi pecho. Ella estaba divertida… y tierna.
Tomé su mano, y nos dirigí a la puerta por la que salí. Escuché su jadeo cuando la puerta se abrió, y la emoción salía a oleadas de ella mientras atravesamos el pequeño laberinto.
Cuando reconoció el garaje, soltó una exclamación sorprendida: —¡Oh por Dios! ¡De verdad vives aquí!
—Ricitos, has estado aquí, claro que vivo... aquí.
—Sabes a lo que me refiero, de verdad eres el chico de la colina. —Su risa emocionada era bastante contagiosa, así me que le uní un momento, hasta que dejó de caminar—. Aleks, me viste en el castaño, ¿cuándo nos encontramos?
Pensé en mi respuesta, porque lo último que quería, era que ella me viera como un loco acosador. Quizás lo era, pero no estaba dispuesto a que ella lo asimilara. Hasta que llegamos a la cocina, me detuve a contestarle. —No, la primera vez, no.
Fui por lo honesto, pero claro, Ricitos y su mente curiosa no lo dejaría pasar.
—Ahhh, entonces tú de verdad, no te resististe a mi encanto, ¿eh?
—¿Que tal un cappuccino? —Cambié de tema, antes de que se diera cuenta lo azotado que estaba, desde el principio.
Y funcionó.
Su rostro se llenó de emoción, sus ojos miraban conmovidos y felices todo lo que había armado para ella.
Cuando vio el vaso de Harry Potter, chilló emocionada y giró para rodear mi cuello con sus brazos. —Esto de tener un novio es bastante practico.
El título provocó un brote de posesión en mí. Era lógico que éramos una pareja, pero por fin, ella le daba un nombre.
—Novio, ¿eh? —Lenna tenía un luz brillando a su alrededor, esta nueva emoción saliendo de ella, atenuaba un poco la oscuridad, y le sentaba de maravilla, generando reacciones incluso en mí.
Amaba su oscuridad, pero la luz brillando en ella me tenía extasiado.
La solté para irme hacia la complicada máquina de café. —¿Qué te gustaría nena?
Una cosa extraña ocurrió, mientras pasaban uno o dos segundos esperando su respuesta, me sentí nervioso. No dudaba al disparar, pero estaba nervioso por lo que pediría para beber.
Era la segunda vez que la pequeña bruja me provocaba nervios.
Me hacía sentir, humano.
Había aprendido algunas instrucciones para las bebidas, pero no quería parecer un idiota si llegara a elegir algo que no sabía, o peor, decepcionarla si no lo había.
—¿Un cappuccino regular? —su respuesta fue en tono de pregunta, pero alivió mi presión. Esa era fácil.
Cuando ya estábamos desayunando, un pequeño gemido salió de ella después de probar la comida. —Aleks, esto esta delicioso, en verdad.
Me encantaba cuando me llamaba Aleks, pero disfruté bastante de que le gustara algo que yo le había cocinado. Me daba una sensación extraña de utilidad.
Si, Lenna Andrews me tenía envuelto alrededor de su dedo meñique.
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Hacia horas que la pequeña bruja se había quedado dormida en mis brazos, y que la había puesto en mi cama. Era la segunda vez que la veía ahí, y no quería que se fuera. Era irracional y ajeno a mi preferencia común, pero era la verdad.