Pneuma

CAPÍTULO DIECIOCHO - Parte dos

Que. Mierda.

Tomé el arma que tenía bajo el asiento como respaldo de la que llevaba en la espalda. Envié más mensajes y continué llamándola.

Nada.

Estaba por bajarme a averiguar, cuando la puerta principal se abrió, y un séquito de hombres con apariencia de guardaespaldas salieron, unos minutos después, una mujer, a quien no lograba verle el rostro con claridad por el enorme sombrero que llevaba, apareció tomada de la mano de una mujer más joven.

Y a ella la reconocería en cualquier parte.

Mi Luna.

Las dos subieron a uno de los autos polarizados y los demás le siguieron enseguida. No sabía que estaba pasando y no me importaba una mierda, pero encendí el Jeep y fui tras ellos.

El problema fue, que al parecer no estaba tratando con novatos, porque un poco después de que los seguí, un par de los autos se me cerraron y lograron que perdiera el rastro del auto donde iba Lenna.

Algo más grande que yo, evitó que lanzara una furiosa oleada de balas a los autos.

Estaba enfurecido, pero la preocupación por Lenna se elevaba de cualquier sentimiento de ira que tuviera, y no me arriesgaría a lastimarla.

Racional o no.

Aparqué en una orilla y tomé mi móvil.

—Dime Aleksi, en que te…

—Tatiana, rastrea el móvil de Lenna. ¡AHORA! —La furia y urgencia en mi voz no se escondían, y Tatiana no hizo ninguna pregunta, escuchaba movimiento por el móvil y las teclas de la que imagino era su laptop, presionadas con prisa.

Pasaron algunos minutos, y de nuevo estaba desesperándome.

—Su ubicación Tatiana, ¿por qué estas tardando tanto?

—Dame un minuto. —El silencio llenó el espacio, escuché las maldiciones de Tatiana, pero eran completas, no como la mierda de Blin que le gustaba soltar. Imaginé que eso no era bueno.

Y así fue.

—Aleksander, no… no puedo rastrearla.

—¿Qué mierda quieres decir con que no puedes rastrearla? —Ella siempre encontraba todo, incluso si estaba en otro país—. Está en la ciudad Tatiana, ella…

—Aleksander, no puedo rastrearla, su móvil no tiene puertas traseras, debe contener algún software puro e impenetrable, no… no puedo localizarla.

—¡MIERDA!

—Aleksander, ve a tu casa, nos veremos ahí. —Colgó después de eso.

La desesperación estaba sofocando a la ira dentro de mí, y eso era una mala señal. Aunque ambas situaciones evitaban una mejor concentración en el problema, la ira podría ayudarme un poco.

Golpeé un par de veces el volante de mi Jeep, y arranqué en dirección a mi casa. Cuando llegué, Ivan, Kirill y Tatiana ya estaban ahí.

Tatiana tecleaba furiosamente en su laptop, Ivan estaba sombrío, sentado en el sillón y Kirill me tendió un vaso con vodka. Me lo tomé en un trago.

—Dame la botella —solté.

—No. —Ivan contradijo mi orden—. Cuando la encontremos, necesitaras todos tus sentidos, no un estado de embriaguez.

Cierto. Bien.

Me senté en el piso, al pie del ventanal en el salón. No sé cuánto tiempo pasó, pero se me hizo eterno. El único sonido, era el de las teclas presionadas por los dedos de Tatiana.

Y todos sabíamos, que la situación era mala. Si ella se estaba tardando en encontrar la información, no era bueno.

—Maldita sea, ¿cómo es que puede tener acceso a un sistema con esa potencia? —Tatiana se puso de pie, caminó en el mismo sentido yendo y viniendo varias veces, supongo buscando una solución a su incógnita.

—Quise rastrearla por las cámaras de seguridad de la zona, y a unas cuadras de la casa de Lenna, todo se perdió.

—¿Se perdió? Eso, ¿qué significa? —preguntó Kirill. Yo también quería saberlo.

—Las cámaras seguían funcionando, pero ninguno de los autos que describió Sasha aparecieron, se desvanecieron en el aire, —seguía caminando y regresando— quizás, sobrepusieron imágenes conforme iban pasando, eso es… muy inteligente.

Entonces, se detuvo y soltó un suspiro. —Aleksander, préstame un pasamontañas.

Que… mierda.

Asentí, y estaba por levantarme cuando Ivan me lo impidió. —Lo tengo.

Salió de la casa y un minuto después regresó con uno. Estiró el brazo para dárselo a Tatiana, y después de que ella le frunció el ceño por unos segundos, suspiró, y lo tomó. Volvió a ubicarse en su laptop, donde conectó su móvil, tecleó un poco y se puso el pasamontañas.

—Por favor, no importa si cae una bomba o le disparan a alguien, nadie hable.

Un par de minutos después, una voz conocida sonó por el altavoz de su equipo. —Hola mi dulce Febe, me sorprende que me busques, sobre todo a esta hora.

—Hola X, no me iré con rodeos…

El tipo rio. —Nunca lo has hecho cariño.

Ivan soltó un gruñido, y dio un paso en su dirección, pero Kirill lo detuvo y negó con su cabeza.

—X, necesito tu ayuda. Encontré un software puro, no tiene entradas visibles, no es perfecto, pero es… es muy bueno, sé que podría encontrar algo, pero el problema es que no tengo tiempo.

—Lo que sea por ti preciosa, sabes que soy todo tuyo.

Comenzaron a hablar en tecnicismos y decidí ignorar la conversación. Tanto tiempo y todavía me asombraban las habilidades de esa niña.

¿Lenna, donde carajos estas?

Entré a nuestro chat, para enviar otro mensaje, cuando las notificaciones de que ya había leído los mensajes anteriores, se encendieron.




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