Pneuma

CAPÍTULO VEINTE

El amanecer llegó y ya tenía horas despierto. Como un acosador, me había quedado viéndola dormir, sin poder evitarlo. Quería despertarla a besos, repetir más de lo que tuvimos anoche, pero debía estar adolorida y cansada, y tuve que contenerme.

Mis secretos me apretaban el pecho y no me dejaban disfrutar en totalidad, de la felicidad que me rodeaba.

Ella decía amarme, con fuerza, y le creía, pero no dejaba de preguntarme si lo seguiría haciendo cuando supiera lo que soy, lo que he hecho, y lo que tendría que seguir haciendo.

Y si lograba que se quedara conmigo, su futuro y sus planes iban a cambiar, y por ser quien es para mí, estaría en peligro. Lo honesto seria dejarla, pero nunca he sido un buen hombre.

Y no por primera vez, también me pregunté, si abandonaba todo y lo dejaba en manos de mi tío. Pero nadie merecía más la corona que Katya, y aunque ella no podría tomarla, lo último que yo puedo hacer es cederla a Maxim.

En manos de mi tío, no tendría la seguridad de vivir la vida tranquila que tanto anhelo, tampoco habría garantía de seguridad para mi hermana o para Tatiana, por más familia que seamos, mi tío no tiene los pensamientos modernos sobre las mujeres que tenía mi padre, haría un retroceso de todo lo que él logró en vida.

Quizás las casará con el mejor postor.

Y luego estaba Ivan. No soy ciego al recelo de mi tío hacia él, sin mí al mando, no dudo ni por un instante que podría deshacerse de él.

Demasiado depende de que me mantenga en el trono.

Y lo odiaba.

Lenna estaba a punto de despertarse, pero no estaba listo para alejarla, así que la rodeé con mis brazos antes de que abriera los ojos y fingí seguir dormido. Sentí cuando los abrió y cuando despertó por completo. Escuché el sonido que hizo al olfatearme.

Intentó con mucha suavidad desprenderse de mí, y cuando casi lo lograba, volví a sujetarla, lo hizo de nuevo y repetí la estrechez, ella soltó un lindo y delicioso gruñido tan inesperado, que me hizo soltar una risilla revelando mi estado despierto.

—¡Aleks! ¡Déjame ir! Oh dios. ¡Tengo que hacer pis!

Ahí fue cuando abrí los ojos y reí a carcajadas. Y seguí riendo cuando se enrolló tanto en la sabana para cubrir su desnudez que se tambaleaba al caminar.

Esperé unos minutos y luego me levanté de la cama, me puse un bóxer y fui al guardarropa para buscar un cambio de ropa para ricitos. Toqué la puerta del baño, y Lenna abrió una pequeña rendija donde apenas lograba ver su ojo.

Linda.

—¿Ropa? —pregunté, ella abrió un poco más la puerta, y trató de maniobrar sosteniendo con firmeza la sabana a su cuerpo. —Nena, anoche vi tu sensual cuerpo desnudo por completo, —me acerqué al pequeño espacio—, varias veces.

Sus mejillas se tiñeron del familiar rojo que me encantaba.

—¡Aleks! —exclamó divertida y avergonzada.

Mirarla así, tan ella, al natural, sin las máscaras que usa para alejar a la gente, con la oscuridad punzando con tranquilidad en el fondo de ella, incrementó mis ganas de luchar, por una vida juntos.

—Te has llevado mis primeras veces Aleks —susurró—. Mi primer beso, mis primeras sonrisas con un chico, mi primer novio, mi primer amor, mi… mi primera vez.

Esa maldita punzada me apretó. Sus palabras fueron más valiosas de lo que ella se hubiera imaginado.

Mi Lenna, tú te has llevado todo, por eso no puedo dejarte ir, haré que todas tus primeras y últimas veces, sean conmigo.

—Mis mejores primeras veces, han sido todas contigo, mi Luna. —Estábamos concentrados, viéndonos uno al otro, pero el sonido de hambre proveniente de su estómago, me distrajo. Sus mejillas se colorearon y empujó hacia atrás para cerrar la puerta.

Un par de minutos después, el gemido entrecortado de Ricitos, me hizo voltear hacia ella. Sus ojos estaban devorando mi cuerpo, estaban vidriosos, intoxicados de lujuria. Sus sentidos me contagiaron las mismas sensaciones.

—¿Qué ocurre moya Luna? —Me acerqué a su rostro—. ¿Te gusta lo que ves?

—Yo, yo… —Sus ojos nublados de excitación me respondieron.

Cuando su lengua salió a acariciar sus labios, me puso tan duro que di todo de mi para contenerme, me tragué un gemido, recordando que no podía tomarla como quería, no fui precisamente un caballero por la noche, debí haber sido más cuidadoso, pero ya estaba hecho y ahora me tocaba comportarme para que su cuerpo descanse.

—Ahora no podemos preciosa, no te pongas ansiosa, deja que tu cuerpo se recupere y…

—¡Aleks! —Su divertido gritito interrumpió mi discurso avergonzante. Sus ojos se abrieron, notando mis cicatrices. —¿Te duele?

Mi dulce chica. Esas cicatrices habían dejado de doler hace tiempo, como quisiera que las de ellas, que no estaban visibles, también dejaran de hacerlo.

—No, mi Luna, no duele. —Tomé su mano para dirigirnos hacia la cocina.—Ven mi pequeña seductora, vamos a desayunar. ¿Quieres algo en especial?

—¡Huevos con tocino! —exclamó entusiasta. Me reí por la emoción. —¿Aleks?

—¿Moya Luna?

—¿Podemos comer fuera?

Eso me hizo detenerme. —Creí que querías desayunar aquí, pero si eso quieres podemos vestirnos y…

—Nop —negó con la cabeza mientras hacia un pequeño balanceo con su cuerpo—, amo tus huevos con tocino, yo… estaba pensando que me gustaría desayunar, en la colina.

Oh mierda. ¿Habría visto hacia la colina? Quizás se me arruinó la sorpresa, pensaba llevarla ahí a desayunar de todos modos, pero me hubiera encantado ver la emoción en su rostro. —Ricitos, ¿has visto en dirección a nuestro árbol?

Su ceño se frunció, confundido. —No, ¿por qué? —Un gesto de horror apareció en su rostro—. ¡No me digas que ya no está el árbol!

Se movió en la dirección del castaño, pero la detuve de inmediato. —Tranquila preciosa, no es eso. —Nos llevé a la cocina—. Vamos a cocinar esos huevos y luego iremos con el desayuno al árbol.




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