Pneuma

CAPÍTULO VEINTIUNO

Pasaron unos segundos, mis sentidos estaban alerta en este momento, la adrenalina empezó a correr en mi torrente sanguíneo, sintiendo el peligro.

Sus labios comenzaron a moverse, pero el instinto me había dado la respuesta antes de que el sonido saliera de su boca.

—Lucas y Eleanor Costello… bueno, es Eleanor Rossi ahora, se cambió el apellido cuando mi tío murió y…

Joder. Joder.

JODER.

—¡BLYAT!  —Leí la inscripción, el lema familiar grabado en su pulsera, las alarmas habían resonado y, aun así, no pensé que fueran ellos—. ¡Carajo!

Ya no podía pensar con claridad. Ella turbaba mi pensamiento.

—¿Aleks? Que… que esta ocurrien…

Me acerqué a Lenna, que seguía sentada en su silla y coloqué mis brazos encerrándola.

—¿Sabías quién era yo todo el tiempo no es asi? —Y fui tan estúpido, como pude engañarme, como me dejé… fui entrenado, soy letal, y ella…—. Joder, ¡CONTÉSTAME!

—Yo… yo no…

Iba a luchar para mantenerla a salvo, solo quería protegerla, había pensado en abandonarlo todo por ella, pude entregarle mi maldita vida y ella…, mi mano se fue a mi espalda, maldita Lenna Andrews, maldita…

Un sudor helado me atravesó, congelándome un segundo.

El apellido es muy común, pero… dejé que mis malditos sentimientos me controlaran y aquí están las consecuencias.

Lenna Andrews.

Andrews.

Ella dijo hace un instante… Frank.

Frank Andrews.

MALDITA SEA.

—Eres la hija de Frank Andrews ¿no es cierto? El bastardo si tenía familia, seguro fue Costello quien evitó el rastreo. —Por eso no pudimos identificarlo ni localizarlo. Por eso ese día se me quedó viendo con intensidad, él me reconoció—. Era él en la escuela ¿cierto?

Maldita sea, quería destruir todo, todo a mi alrededor como me estaba destruyendo por dentro. ¿Cuándo iba a darme el golpe mortal? Quizás estaba esperando que me arrancara el corazón del pecho y se lo entregara en la mano, porque fui tan imbécil que bien podría haberlo hecho.

—Dime Lenna, explícame como mierda lograste encajar todo, me engañaste a la perfección, nunca hubiera dudado de ti, ¡NUNCA! ¡JODEEER!

Todo estaba ahí, pero decidí ignorarlo. —Eres bastante brillante para haber resultado una puta barata, ¿no es asi? Mira que darme tu virginidad para…

Una fuerte bofetada que pudo haber sido un puñetazo, me calló. No la vi levantarse, la ira me estaba cegando a un enorme grado que no vi el movimiento de su brazo, solo sentí el impacto en mi rostro.

—¡COMO TE ATREVES! —Gritó enardecida. Volvió a mover su brazo para golpearme, pero esta vez pude evitarlo, apenas—. ¡Como te atreves a decirme eso!

Lanzó una poderosa patada, pero las emociones no la dejaban luchar con firmeza y eso me permitió esquivarla. —Todo lo que me has dicho —su respiración se estaba entrecortando—, todo lo que hemos pasado —se detuvo por completo, sus ojos se elevaron para verme, y la vista fue una daga directa a mi pecho—, ¿es… mentira? —su susurro fue más un pregunta cargada de dolor, dirigida a ella de forma inconsciente.

Y joder, eso dolió.

Las lágrimas empezaron a correr como un rio por su rostro, y un grito enfurecido y desgarrador salió de su pecho. —¡COMO TE ATREVES! —Su puño se preparó para otro impacto—. ¡Eres igual a él! ¡IGUAL A ÉL!

Mierda. ¿Qué había hecho?

JODER.

Mierda, mierda, ¡mierda!

Antes de que su puño me impactara, lo atrapé con una mano y la envolví en un abrazo. Su cuerpo estaba convulsionando por el llanto. Estaba sintiendo su dolor.

Traicionada, se sentía traicionada por mí, y sabía que la lealtad era importante para ella.

Joder, lo arruiné.

Su mano libre comenzó a golpearme, pero sus puños eran débiles.

—Como… como te atreves a decirme eso, como… —Su cuerpo se aflojó—. Suéltame… suéltame…

—Lo siento, joder Lenna, perdóname, lo siento… fue la impresión, perdóname no debí pensar que tu…

—No, no… —Se movía para soltarse de mí, pero no iría a ningún lado, no sin que me perdonara por mi estupidez—. Vete a la mierda Aleksander, eres igual que él, no… no voy a perdonarte, me voy, suéltame.

Mierda.

Mi pecho se apretó.

Lo arruiné, lo arruiné.

Pero, lo arreglaría.

—No Lenna, no, perdóname, lo siento mucho nena, lo siento.

Su cuerpo comenzó a debilitarse y de pronto, se quedó inerte en mis brazos.

—¿Nena?




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