Pneuma

CAPÍTULO VEINTISÉIS

Habían pasado tres jodidos meses desde que desperté, y todavía no tenía noticias de nadie.

Maxim seguía a la fuga. Mi madre estaba desaparecida. Desde la información de Romanov, no hemos encontrado nada nuevo.

Kirill, perdido en acción. Y por lo que he sabido de Ivan, se había vuelto un renegado, un maldito asesino a sueldo.

Katya decía que Tatiana estaba bien, pero siempre desviaba la vista cuando hablaba de ella, aunque me aseguró que no había nada malo con ella, sí que había pasado algo.

Y mi Lenna, nada aún.

No puedo mostrarme, eso le pondría una maldita diana en la espalda.

Eso me repito todos los malditos días, para no coger un avión e ir por ella.

Mi recuperación ha mejorado con rapidez, el único problema que me queda es dominar mi cuerpo, ya no uso la andadera, pero aun dependo del bastón para tener equilibrio.

Dicen que superé las expectativas médicas.

Digo que me importa una mierda.

Mi camino todavía es muy largo, me falta mucho por hacer.

Mi móvil sonó, alertándome de una llamada entrante y alejándome de mis compadecidos pensamientos. Solo había una persona que sabia este número.

—Dime Katya.

—Sasha…

La piel se me erizó.

El instinto me lo gritó antes de que mi hermana lo dijera.

—¿Dónde?

—No puedes venir Aleksander, lo sabes, la pondrás en peligro.

Joder.

Lo sabía, pero anhelaba verla como necesitaba respirar.

—¿Co-cómo? —Mi tartamudeo ya había sido controlado, pero supongo que la emoción me ganó.

—El rastreador que le diste se ha encendido. Tenemos su localización. Haré lo que habíamos planeado, y me contactaré cuando terminé.

—De acuerdo.

Ella está viva, es todo lo que importa.

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Traté de controlar la tensión, pero me costaba demasiado.

Mi hermana me envió un mensaje, avisándome que todo estaba bien y que nos veríamos en unas horas.

Supongo que abordó un vuelo y por eso no pude contactarla cuando intenté llamarla.

Todas esas veces.

Podía ver la ciudad de Lausana y el lago Léman a través de la ventana.

Si Lenna estuviera aquí, estoy seguro de que amaría la vista.

Cuando la puerta de mi habitación se abrió, supe que Yekaterina había llegado. Me giré para verla, y me dio años de vida con sus palabras.

—Esta hecho, Sasha.

Asentí.

Me tomé unos segundos, y me senté en la silla más cercana, para recibir más información.

—Estuvo renuente a aceptar tu herencia, pero cuando le dije que debía respetar tu voluntad, se doblegó. —Ella tomó lugar en la silla cercana a la mía—. En realidad, Aleksander, lo único que pareció querer, fue tu casa.

—Bien. —Y lo hacía, me alegraba que aceptara lo que había hecho para protegerla, no es que lo necesitara—. Ella, ¿está bien?

—Si, lo está. Al principio, creo que iba a dispararme, pero me reconoció y creo que, confió un poco.

—¿Te reconoció? —Nunca se habían visto ni le había mostrado una foto de ella—. ¿Cómo?

Una sonrisa burlona llenó el rostro de Katya. —Por los ojos Sasha.

Oh. Cierto.

—¿Dijiste disparar? ¿Acaso llevaba un arma?

—Si, tenía una en la espalda, y una buena postura para disparar.

Bueno…

—¿Algo más?

—No.

Su respuesta fue demasiado rápida, y tenía sus gafas puestas de nuevo.

Estaba mintiendo.

—Yekaterina.

No respondió.

—¿Qué fue lo que paso? Esta ella... dime… ¡que!

—¡Dios! Cálmate. —Se quitó las gafas y dirigió su mirada hacia mi—. Vio las rosas ¿de acuerdo?

—¿Qué? ¿Eso…?

—No lo viste Aleksander —me interrumpió—, todo había estado bien, cuando entramos a la casa observé su incomodidad por supuesto, pero había estado resistiendo, y cuando vio las rosas, ella… se derrumbó, su llanto fue… crudo.

Me quedé en silencio. No podía hacer nada más.

—Ella, su lamento, me recordó a la vez que el abuelo recibió la noticia de la muerte de la abuela, el hombre mas fuerte que jamás conocí, con un control impecable de sus emociones, no le importó quien lo viera, él se desmoronó… pero ella, ella que tenia una postura inquebrantable, fue como si la única parte que le quedaba, se hubiera terminado de romper, debo confesar Sasha que, su dolor me causó escalofríos.

Asentí, en silencio.

—Una vez que se calmó, recibió los documentos, y me marché.

Asentí de nuevo.

—Bien, supongo que eso, si, está bien. —Me puse de pie, dándole la espalda—. Gracias Katya, ahora voy a descansar antes de mi sesión de fisioterapia.

—Sasha…

—Estoy bien.

Cuando escuché la puerta cerrarse, exhalé una profunda respiración. Volví a sentarme y coloqué mis codos sobre mis rodillas, sostuve mi cabeza, manteniéndola baja, y por primera desde que puedo recordar, lloré.

Me mantuve de esa forma un rato, tratando de ocultar incluso a las sombras, lo que corría por mis mejillas.

Ella estaba viva, solo eso importa.

Y una vez que arreglara todo, iría por ella.

Solo espero, que cuando lo haga, no sea demasiado tarde.




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