Frances se apoyó en el alféizar de la ventana y contempló el cielo gris. La ciudad parecía una nube sucia y, desde la distancia, era bastante artística. La pantalla de su teléfono parpadeó y apareció el nombre de Alex. Qué fastidio, justo a esta hora del día. Su mensaje se clavó en su corazón como una aguja ──¿por qué eres tan molesto?
Su cabeza era un caos de perfección. Alex, ese astuto bastardo, sabía lo que ella necesitaba ahora mismo y sabía que no tenía elección. ¿Cooperación? ¿Podría decirle que realmente pensaba que ella le creería?
──No soy una persona fácil de convencer.
Golpeó el escritorio con su bolígrafo, su tono lleno de provocación. Para ser honesta, ella sólo estaba tratando de salvar la cara. No esperaba que él respondiera, sólo quería hacerle saber que ella no era una tonta cualquiera a la que impresionar.
La voz de Alex llegó, casi tan calmada como si hubiera salido de una bodega de hielo──.
──Lo sé. Pero también sabes que quedarte de brazos cruzados no es algo que se te dé bien.
No sabes cuántas veces ese tono suave suyo me dio ganas de tirar el teléfono. Por desgracia, no tenía tiempo que perder. Apretó los dientes con tanta fuerza que el bolígrafo casi la aplasta──.
──¿Qué quieres que haga por ti? ¿Crees que cooperando me las arreglaré?
──No. Sólo te estoy dando una oportunidad, y el resto depende de que te mantengas firme en este juego de poder.
Habla como si lo tuviera todo bajo control. Dios sabe cuántas veces ha estado calculando entre bastidores cómo utilizarla. Frances inhaló con fuerza, fría como el hielo──.
──No me gusta deber favores a nadie. La cooperación es un trato, no la dependencia.
Él respondió con indiferencia...
──Ya lo sé. Pero sabes muy bien que para romper el statu quo, la unión de nuestras fuerzas es la única salida.
Su ceño se frunció como la piel de un bollo. Una nube de duda en su mente, por no mencionar, que sus opciones eran de hecho lastimosamente pocas. Miró por la ventana, lo que simbolizaba todo por lo que había trabajado, y de repente todo le pareció una gran trampa.
──Bien. Mientras lo tengas claro, mi límite inferior es más alto de lo que crees. Podemos intentarlo, pero si me siento manipulada, lo dejaré inmediatamente.
Alex sonrió ligeramente, su voz albergaba una innegable confianza──.
──Nunca he pretendido manipular a nadie, Frances. Eres lo bastante lista para saber lo que quieres. Mientras nos respetemos mutuamente, la cooperación será naturalmente fluida.
Las comisuras de su boca se levantaron involuntariamente, pero en el fondo sabía que aquello no era más que un juego con un plan. Alex Carter nunca hacía nada que no diera dinero.
──Yo organizaré la reunión. Si me das suficiente crédito, tal vez podamos hacer algo.
──Confío en ti. ──dijo con facilidad, como si la victoria estuviera cantada.
Frances colgó el teléfono y se recostó en la silla. Cruzó los brazos sobre el pecho y guardó silencio. El caos interior era demasiado para ser resuelto. Comprometida, completamente comprometida. Nunca le había gustado trabajar con gente, pero esta vez no había más remedio.
Respiró hondo y se puso en pie, con los ojos de acero y la determinación casi escrita en el rostro. La tormenta había llegado para los Wilson y ella tenía que tomar una decisión: ¿trabajar con Alex o enfrentarse a ella sola?
Estaba a punto de salir de la oficina cuando su teléfono volvió a vibrar. Un mensaje de Emma...
──¿De verdad vas a trabajar con él?
Frances frunció los labios y respondió ──
──No hay elección.
Se dio la vuelta para marcharse. Hacía tiempo que tenía claro que no era más que un peón en un tablero de ajedrez, consumiéndose lentamente, pero ¿quién no lo era? ¿Quién no podía quedar atrapado en este juego de poder?
Al volver con la familia, descubrió que André había comenzado tranquilamente sus operaciones. El legado de su padre, ahora en sus manos, no era sólo una fortuna, era una amenaza. El ambiente en el salón familiar era más frío que fuera. Su cabeza estaba tan confusa como si fuera a explotar, y sabiendo que André ya había expuesto sus planes, se vio obligada a tomar una decisión: unirse a Alex o tirar la toalla y enfrentarse sola a la tormenta que se avecinaba.
El juego había comenzado, ¿y dar marcha atrás? Demasiado tarde.