Lucrecia
Notaba cómo su mirada parda atravesaba el cristal del carruaje repetidas veces para hallar mi rostro neutro y mi mirada perdida en el paisaje. Era tal la pesadez de Lord Iabal, que incluso Melania notó su perseverancia.
—No pensé que tuviera esa personalidad terca tan típica de los burros —resoplé.
Gracias a los Reinos, padre había decidido continuar el viaje a caballo. Melania y yo nos encontramos en intimidad y, al parecer, el carruaje era un buen lugar en el que ocultar nuestras conversaciones.
—Se nota a leguas su deseo de iniciar una conversación nueva contigo, Lucrecia. —Comentó Melania. Pareció mostrar, incluso, entusiasmo.
—Y yo no le daré el gusto.
—Sé que no fue plato de buen gusto la última conversación que tuvisteis. Pero reconoce que es un hombre atractivo.
—¿De qué sirve que tenga un rostro bonito si no tiene el intelecto suficiente como para seguir el ritmo de mis conversaciones? Me interesan los hombres de mente libre y virtuosa, no guerreros que siguen las posaderas de su amo como perros falderos.
Resoplé. Melania tenía en parte razón. Era un hombre joven y bello. Y, además, con buen renombre. Esto último era lo que realmente me interesaba. A través de él podría conseguir el interés de Lord Declan y llegar a oídos de más pretendientes. Lord Iabal era un buen objetivo para empezar.
—¿Comenzaste a escribir lo que te mandé?
Quise cambiar de tema. Darle más vueltas al tema en mi cabeza no haría más que confundir mis pensamientos y sentimientos. Confiaba en mi palabra improvisada.
Melania asintió.
—La verdad es que he dedicado más tiempo en empezar a reescribir todo lo que padre quemó. —Aquellas últimas palabras sonaron devastadoras. Mientras sus labios las pronunciaron, Melania estrechó su colgante de cenizas con la mano.
—En cuanto tengas lo que te mandé, dámelo. No deseo posar sobre tus hombros más presión, pero cuanto antes lo hagas mejor, ya que sino esos recuerdos que posees poco a poco se irán nublando.
Melania asintió.
—Pero Lucrecia, ¿por qué ese afán de saber lo que ocurrió? Tengo la sensación de que va más allá de la preocupación.
Estaba en lo cierto. No obstante, no quería asustar a mi hermana con un pequeño presentimiento que tenía. La idea de que había algo muy importante que padre nos estaba ocultando. Atravesé con mi mirada el cristal y le contemplé. Lánguido como de costumbre, Guillermo nos observaba y cuando nuestros ojos se encontraron desvió su mirar.
—Tómatelo como un mero ejercicio. —La miré directamente a los ojos. Posé una de mis pálidas manos sobre las suyas, que tenía entrelazadas sobre sus piernas, y dije con un tono más tranquilo—: Cuando te pregunté por lo sucedido parecías realmente asustada. Además, desde que llegaste de tal pavoroso viaje no has dormido ni dos horas seguidas. No quiero que esto se quede en tu mente por siempre en forma de trauma; quiero que lo liberes, ¿sí?
Soné todo lo convincente que quería ya que Melania me abrazó conmovida. Oculté mis verdaderas intenciones con unos argumentos fáciles.
—Oh, hermana mía, ¿qué sería de mí sin ti?
Nada realmente, al igual que yo. Pero nuestras necesidades eran muy distintas: Melania me necesitaba porque no sabía sobrevivir sola y yo la necesitaba a ella para construir mi camino hacia la libertad. Ella es un animalillo asustado, mientras que yo soy un vil carroñero.
* * *
Lord Iabal no tardó ni un segundo en ofrecerme su mano para ayudarme a abajar del carruaje. Le sonreí de manera plácida y le miré con dulzura. Aquello pareció descolocarle y miró rápidamente a Melania.
—No se preocupe, Lord Iabal. Con el tiempo aprenderá que es difícil reconocernos y más cuando a mi hermana Lucrecia le encanta actuar como yo —dije afianzando la duda. Hizo una mueca y contuve las ganas de sonreír más. Entonces, cuando bajé con su ayuda aproveché para acercarme de manera delicada a su oído y susurrarle—: Y lo que más le divierte es contemplar los rostros de confusión de los ingenuos.
El momento que mi tenue voz recorrió cada rincón de su mente provocó la sensación del roce de mis labios sobre su lóbulo. Nuestras miradas se volvieron a encontrar. Me mostró una sonrisa de oreja a oreja y yo le devolví esta con una de medio lado. Continué mi trayecto hasta padre junto con Melania, quien se puso a mi lado medio riendo y abrazó mi brazo.
Dejé que mi mirada se perdiera. La plaza que coronaba la entrada de palacio era casi una extensión infinita. Cuan valioso debía ser aquel lugar, para desaprovechar tanto espacio únicamente para el recibimiento de invitados. Levanté mi cabeza pero no fue suficiente para ver la punta final del edificio. Era colosal, tan grande que parecía que se caería sobre nuestras cabezas en cualquier momento. La primera puerta parecía saludarnos únicamente con su hermosura. Aquella construcción parecía creación de El Gran Poderoso, perfecta mirara donde la mirara. ¿Cómo los seres humanos habían sido capaces de levantar un palacio tan alto? La ciencia de la arquitectura cada día me sorprendía más.
—Este palacio es prácticamente un recién nacido. Nuestra civilización tardó más de dos cientos años y se terminó de colocar la última losa hace nada más que 10 años. Lo que no pensaron nuestros antepasados que no aguardaría en su interior a un rey —explicó Iabal al verme tan interesada.