Lucrecia
Contemplé la espléndida bañera, protagonista de toda la sala. Imaginé a mi hermana entre mis piernas y mis manos frotando su espalda y mojando su cabello. Pensé en cómo se sentiría de incómoda al ser acicalada por una mujer completamente extraña.
Miré a los ojos a Elish y detallé su hermoso y joven rostro. Esta, pudo darse cuenta que le estaba analizando completamente y apartó su pelo rizado para que pudiera verla mejor. Me acerqué, me quité el guante y puse una mano en su mentón para levantárselo con cuidado y observarla más en detalle. Pude notar que no se estaba tensando. No se estaba sintiendo pequeña ante mi mirar y mantenía sus ojos clavados en mí. Era peligrosa. No dulce y gentil. Aparté mi mano y le di la espalda.
—Prepárame el agua y déjame sola.
—Pero mi señora, mi deber es ayudarla.
Me giré y le miré. No se lo esperó, y pude observar por un segundo como su mirada depredadora pasaba a una de cervatillo. Entonces sonreí.
—Estoy exhausta, tanto de cuerpo como de mente. Necesito estar sola para estar cómoda. Ve preparando el agua y después el vestuario para esta noche.
—Mis disculpas, mi señora. —Hizo una reverencia y comenzó a calentar el agua.
Me senté en uno de los sillones que había en la sala. Me imaginé que estaban pensados en parte para que los hombres pudieran observar a sus mujeres despojarse de sus ropas y lavar sus pieles sobre el dulce agua.
—¿Lord Iabal está casado o prometido? —pregunté mientras la mujer trabajaba.
—Ninguna. Al parecer, Iabal ya ha rechazado bastantes propuestas. No le he visto nunca interesado en ninguna mujer.
Me sorprendió que no usase el "Lord" o "señor" al referirse a él, teniendo un lenguaje tan pulcro y pensado. También analicé la presentación que les había dado el Lord hace un rato. Las nombró sin ningún tipo de "señorita" o ni siquiera mencionar sus apellidos. Eso me hacía pensar que eran más cercanos de lo que querían mostrar en público. Incluso llegando a mentir con datos tan simples para evitar pensamientos equivocados.
—Será un sodomita entonces. —La mujer se sorprendió por semejante comentario, pero intentó tomárselo con humor. Sonriendo.
—Digamos que nunca se ha interesado en lo que guarda la mente y corazón de ninguna mujer, solo lo que hay bajo sus faldas.
Entonces reí.
—Eso va implícito en él solo por ser hombre, querida. Ninguno se preocupa por lo que pensamos o sentimos, solo somos fichas que mover.
—Aquí es diferente, no es como en Kälte, mi señora.
—Holz no está suficientemente adelantado en ese aspecto —dije de pronto—. Si así lo fuera no existirían casamientos arreglados, por hombres claramente, y además habría mujeres entre sus mandatarios. Ya solo con no existir el voto femenino demuestran que les importa una mierda lo que pensemos. —La mujer quedó callada ante ello y me miró—. Perdón, me he dejado llevar por el romanticismo.
La mujer solo me sonrió, aceptando las disculpas, y terminó de verter el agua caliente sobre la bañera. Me dejó una pastilla de jabón sobre un mueble ligero de metal que estaba al lado de la bañera.
—Si me necesita solo llámeme. —Hizo una reverencia y se marchó.
Cuando supe que estaba sola, dejé caer mi camisón sobre el suelo e introduje mi cuerpo sobre el agua caliente. Cuando ya estuve tumbada, dejé resbalar mi cuerpo hasta quedar con la cabeza bajo el agua. Contemplé el techo y sentí el cosquilleo de las burbujas acariciando mis orificios nasales. Acaricié mis muslos y mi vientre con la yema de mis dedos. Era la primera vez en mucho tiempo que estaba completamente... Sola. Entonces mis labios se arquearon dibujando una sonrisa de tranquilidad y felicidad. Me abracé a mi misma colocando cada mano en el hombro inverso y me deleité de cada segundo de calidez, soledad y silencio. Algún día conseguiría escapar de todo y todos y ser la propia dueña de mi destino. Lucharía por alzar mis alas al viento y una lágrima se escapó confundiéndose con el agua de la bañera.
* * *
—Señora Lucrecia, ¿está bien?. Lleva ahí dentro casi dos horas —pronunció la sirvienta y al ver que no respondí obtuvo coraje y entró.
Me encontró aún en la bañera, con el pelo mojado y observando al frente.
—¿Se encuentra bien, Lucrecia? —Metió la mano en el agua y se percató que estaba congelada—. ¡Mi señora! Es mejor que salga ya o le dará una pulmonía.
—Sabes, Elish, soñé que era un pajarito. Un pajarito asustado dentro de un nido cálido y protegido. Pero sabía, que a pesar de ser peligroso, tenía que saltar al vacío aunque nunca antes hubiera volado. Solo podía confiar en mis alas y mi espíritu. Entonces, cuando fui a saltar... Me di cuenta que ya no tenía alas... Me las habían cortado, Elish.
Elish me miró sin saber qué decir. Pensaría que estaba loca. Entonces acarició mi cabeza.
—Voy a traerle toallas limpias, ¿sí? Ahora le ayudo a salir.
Me sentía desolada. Aquella pesadilla había sido tan real y tan simbólica. El frío del agua no me molestaba, mas me confortaba. Ayudaba a materializar los sentimientos que había escondido durante muchos años. Que nunca había podido mostrar por no atormentar más a mi hermana. Recordé cuando le di la noticia a Melania sobre el venir a Holz, el cómo quiso dejarme a mí completamente con el problema. Era una niña egoísta e inmadura. Una pizca de odio surgió en mi pecho pero la eliminé por completo. No debía dejarme llevar por la negatividad y sentimientos efímeros solo por haber recaído un momento. Debía seguir fuerte y segura de mí misma, ya que era lo único que tenía.
Intenté pensar en un plan sólido y no solo en la ambigüedad de casarme con un hombre de buen renombre. Debía pensar en algo más grande. También, pensé en que si dejaba salir mi verdadero yo, acabaría sobresaliendo mucho más que Melania y, por ende, atrayendo el interés de Lord Declan, cosa que no me interesaba. Si ese hombre acababa pidiendo mi mano, mi padre aceptaría para quitarme de encima y quedarse con su hija favorita: yo quedaría más enjaulada de lo que ya estaba y, encima, como una máquina de tener hijos. ¿De verdad deseaba aquello para mi hermana? Lo único que tenía claro es que... No lo deseaba para mí.