Melania
Mi cuerpo chocó contra el agua. El frío cubrió mis sensaciones y la fuerte corriente me arrastraba fuerte, impidiéndome subir a la superficie. Sentí que me faltaba el aire y cuando creí que todo estaba acabado noté una fuerte mano agorándome y tirándome de mí hacia arriba. Cogí una gran bocanada de aire en el momento en que mi cabeza quedó fuera del agua y noté como Briccio rodeaba mi cintura con su brazo para pegarme a su cuerpo. La corriente del río nos arrastraba con fuerza y por un instante noté como nos golpeamos contra un tronco que se encontraba encajado entre dos piedras. Briccio aprovechó la oportunidad y se agarró para impedir seguir avanzando. Me agarré al tronco como pude y entonces Briccio me subió a él con su impresionante fuerza.
En ese momento aprovechamos para coger aire y descansar de la tensión que habíamos vivido en aquel momento. Después, un gran rugido nos alertó y miramos hacia el alto de la cascada que acabábamos de saltar y arriba se encontraba aquel reptil descomunal rugiendo de furia. No obstante, al ver que ya no tenía posibilidades de atraparnos se volvió a perder en la seguridad de su bosque.
—Princesa, vaya con cuidado por el tronco hasta la orilla —me indicó Briccio.
Estaba en lo cierto. El tronco llegaba hasta una de las piedras cercanas a la orilla. Fui arrastrándome y agarrándome como podía. Notaba como el peso de mis telas mojadas me complicaba el trabajo, además de que la corriente gélida seguía golpeando fuerte contra mis piernas. Vi como Briccio me seguía desde el agua con dificultad. Supuse que no quería subirse al tronco por miedo que se partiera por no soportar el peso de ambos. Por un momento me resbalé y pensé que caería al otro lado, justo donde continuaba la corriente, pero el hombre del rey me agarró por el vestido protegiéndome de nuevo. En ese momento me sentí absolutamente inútil, pero decidí que el mal sentimiento no me invadiera para concentrarme en llegar a la orilla y estar sana y salva.
Cuando llegué a la piedra conseguí salir de la fuerte corriente y dejé caer mi cuerpo contra el fango de la orilla, tomando aire y descansando.
Briccio me siguió y se incorporó, poniéndose de pie.
—¿Dónde esta Darren? —cuestioné.
—Le estoy buscando con la mirada, pero no le veo. Si la corriente es tan fuerte en este tramo quiere decir que hay otra cascada cerca…
Tragué saliva, eso no era bueno. Darren no se caracterizaba por ser un hombre fuerte. Su delgadez no le ayudaría a salir solo de la corriente.
Briccio me ayudó a ponerme de pie y empezó a ayudarme a apretar las telas de mi vestido para sacar todo el agua posible y que no pesaran tanto. Después me abracé a mí misma porque empece a experimentar el frío de la humedad.
Después noté como comprobó si tenía alguna herida debido a la caída pero vio que estaba bien y se relajo. De pronto Briccio me señaló el frente y vimos como aquel hombre que vimos corriendo tiraba de Darren hacia nuestra misma orilla pero metros más adelante.
—Vamos con ellos —me dijo la mano derecha del rey.
Briccio cogió mi mano y fuimos hacia ellos pasando por encima de las piedras y el fango de la orilla. Entonces, cuando llegamos vimos como aquel hombre de tez negra había colocado a Darren boca arriba y presionaba su pecho con los puños cerrados. Después acercó sus labios a los suyos y sopló aire en su boca tapando su nariz. Lo repitió varias veces. El escudero no se movía y cuando parecía que Briccio iba entrar en acción para separar a aquel extraño de nuestro amigo, Darren expulsó por la boca agua y terminó colocándose de lado. Aquel joven extraño le dio palmadas en la espalda y noté como suspiró de alivio.
—Casi no lo cuentas, amigo —dijo el joven negro con un acento que me recordó al de lady Dorothea. El acento típico del reino de Suittes.
Darren se incorporó respirando con fuerza y algo de dificultad. Briccio apartó al joven extraño aún lado y se arrodilló para agarrar el rostro de Darren con sus manos. Ambos se miraron a los ojos y cuando la mano derecha del rey se dio cuenta de que el joven escudero estaba bien le abrazó con fuerza dandole palmadas en la espalda. Se quedaron así unos segundos hasta que Briccio se levantó y miró al joven extraño.
Este al notar los aires de enfado de Briccio levantó ambas manos, sonriéndole de manera amistosa. Me sorprendió que fuera de la misma estatura de Briccio, ya que era uno de los hombres más altos que conocía.
—¿Quién coño eres? ¿Eres humano?
Me sorprendió que le preguntara aquello. Hasta donde yo sabía aquel chico tenía dos piernas, dos brazos, dos ojos… Parecía totalmente humano. ¿Acaso habían criaturas parecidas a nosotros?
—Por lo que sé soy completamente humano, señor. —El chico bajó las manos al ver como Briccio se relajaba un poco pero mantenía la postura de alerta—. Soy Ivo, cazador de Suittes.
—¿Qué hace un chico de tu edad solo y tan lejos de su reino?
Ivo se rascó la nuca de manera nerviosa y también pasó el dorso de su mano por su frente para secar las pequeñas gotas de agua que se estaba escurriendo por ella.
—Es una larga historia.
—Tienes el pelo blanco, así que no tanto. Sé lo que significa para los cazadores de Suittes —le respondió Briccio.
Era cierto. A pesar de que el chico tenía unas cejas negras bien pobladas, su pelo muy rizado y corto era totalmente blanco, como el de los ancianos.
—Pues si ya lo sabes entonces no hace falta dar más explicaciones—contestó Ivo con un tono serio.
Briccio carraspeo y sudó a Darren a incorporarse. El joven escudero empezó a escurrir el agua de su ropa. El hombre al mando nos miró a ambos, dando la espalda al joven cazador.
—Debemos seguir nuestro viaje, reconozco este río. No estados muy lejos de nuestro destino, si empezamos a caminar llegaremos hoy —explicó Briccio, marcando de nuevo el rumbo.