¿podrías amarme?

Capítulo 2.

Arnold. 26 de mayo 2019.

 

—Necesito que me escuches atentamente y no me interrumpas—dice al deslizar de nueva cuenta la carta por la mesa y dejarla enfrente de mi café.

 

Tomo con mi mano derecha la hoja y la deposito en mi bolsillo—¿Por qué?

 

Tantas dudas llegaron a mi cabeza, esa carta me la habían dado cuando revisaron sus ropas los del servicio forense, encontraron también un oso de peluche de Tai. La había leído por lo menos unas diez veces tratando de responder esa interrogante que mi obstinado cerebro no se atreve a comprender.

 

Él se queda un rato en silencio, me hace una seña con las manos diciéndome que espere.

 

—Kaia, desde muy pequeña aprendió a callar y a vivir la máxima cantidad de felicidad que se atravesará en su camino. Ella no estaba como para vivir con pesimismo. Arnold, ella no estaba planeando este final, lo sé por qué yo muchas veces hablé con ella. Me había contado sobre cumplir los dieciocho y estudiar para conseguir la custodia de Tai, ella no quería acabar así.

 

—Era muy buena mintiendo—concluyó. La autopsia nos demostró lo que ya sospechábamos.

 

—Ella nunca te mintió—susurra.

 

—Me dices que ella te dijo las atrocidades por las que tenía que pasar diario–mis ojos se desvían a la ventana de a lado para no dejar salir la impotencia y frustración que me tiene metido esta situación.

 

—No, si me lo hubiera dicho claro que la hubiera ayudado, y en lo poco que logré conocerla lo hice; ella solo se encargó de no nublar nuestros panoramas.

 

—Ella era una mentirosa brillante, si hubiese hablado estaria viva. Si hubiese hablado ese hombre estaría detrás de las rejas con por lo menos veinte años de cárcel—digo lo que es.

 

—Ella pensaba en Tai.

 

—Lo dejó solo.

 

—Está contigo—y si se puede lo seguirá estando, ese pequeñuelo me pertenece tanto como a Kaia, incluso más que a los mismos padres desobligados que les tocó tener.

 

—Me lo quitarán, aunque lo quiera como Kaia, servicio social me lo quitará. Es un miedo tortuoso atado a toda esta novela.

 

No estabamos en un estupido programa de televisión, aquí no se podía cambiar el guion, ni las leyes. Y sin un documento por escrito en el que se dijese que Tai estaría bajo proteccion de mi familia, alguien vendría por él y lo llevarían a una casa de acogida.

 

—Al menos Frederick se encargó de conseguir un abogado, Amery me lo dijo cuando me dejó en el instituto, el juicio empezará en unos cuantos días para hacer la sentencia...

 

—Ojalá y se haga justicia—y si no la hacen las autoridades, la haremos nosotros...

 

Por ella.

 

Kaia. 16 de noviembre 2018.

 

Llegamos al parque justamente cuando papá bajaba de su automóvil. Traía un traje fino puesto y su cabello bien peinado lo hacía ver como alguien muy refinado. Igual que mamá el también muy joven.

 

El sentirme algo triste por que no nos incluyera ni a Tai, ni a mi era algo inevitable. Se había casado y por lo que nos había dicho mamá él tendría pronto un hijo más en este mundo.

 

—Haz cualquier cosa para irnos pronto.

 

—¿Como que?

 

—No lo se ingéniatelas—dice mi tío bajándose para abrirme la puerta.

 

Rápido saco a Tai, comúnmente mi tío nunca se acerca a mi padre por alguna extraña razón. Así que como siempre y a pasos cortos me encamino a la acera donde está parado mi progenitor.

 

Él nos ve con los ojos azules que lo caracterizan como mi padre, los mismos ojos que poseo yo y de los cuales el chiquillo en brazos se libró de tener.

 

—Que alegria verlos.

 

—También nos alegra papá.

 

—¿Como han estado?—mal papá, hemos estado muy mal, ambos hemos llorado hasta dormirnos para descansar del suplicio en el cual tenemos que vivir por residir en ese lugar al que forzosamente podemos llamar hogar.

 

—Bien. Me limito a responder.

 

Él me quita a Tai, el cual empieza a patalear pidiendo mis brazos.—Quiero a mamá Kaia.

 

Abro mis ojos, cuando él me dice por el sobrenombre que me puso. Y es que si, de cierta forma soy como su madre.

 

—Pásamelo, debe estar confundido, hace tiempo que no te ve, de seguro que no te reconoce.

 

—Wow, si ha sido algo de tiempo pero no creo que sea para tanto, ¿no será un berrinche?—me dice cuando Tai se calma de nuevo en mis brazos.

 

—No, no lo es—respondo tajante.

 

El ambiente se ha puesto tenso, han sido por lo menos seis meses desde que no nos hemos visto, la cita estoy segura que la pidió Matt. Es bien conocido que cuando quiere que veamos a papá es para que él pueda sacar una suma sustanciosa de su cartera.

 

—Hemos estado algo precionados, yo con la escuela, Tai que se ha estado rotando en los cuidados con mamá y mi tío, es algo difícil.

 

—Pensé que lo dejaban en la guardería.

 

—Hace poco más de unos meses enfermo y no quisimos exponerlo a tal ambiente—interrumpe con naturalidad mi tío.

 

...

 

¿Qué pasó?

 

Lo de siempre, mi padre trato de excusarse con su trabajo, que si los viajes eran algo frecuente en los gajes de su oficio, y que la llegada de un nuevo bebé era desgastadora.

 

Solo le quedó darle lo de nuestra manutención a él tío Matt.

 

Aún me sorprendo de la capacidad de la gente para mentir, y es que muchos disfrazándose de mentiras piadosas logran que varias vidas cambien o se rodeen envueltas en un teatro de marionetas; de títeres que se dejan manipular en un espectáculo donde solamente el mayor mentiroso resulta siendo el benefactor.




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