¿podrías amarme?

Capítulo 3.

Kaia. 21 de noviembre 2018

 

Tres horas desde que llegamos, puedo sentir su aliento chocando con mi piel, mis ojos cerrados como si la inconsciencia pudiera ser un mecanismo de defensa. Nunca había odiado tanto el color blanco. La sensación de que alguien defina a una persona por sus actos como "pura", pero ¿que es aquello que nos quita la pureza?

 

Si bien la pureza está ligada a la castidad y la inocencia; la falta de maldad en un ser.

 

Recuerdo aún tener siete años y estar sentada en el arenero afuera de mi casa. Sentir la tibieza de su cuerpo atrás en mi espalda, sus piernas abiertas, rozando la parte externa de las mías. Y como su respiración entrecortada chocaba con mi cuello.

 

Pequeñas acciones indebidas que la mentalidad de un ángel no entiende hasta que es corrompida.

 

—Eres hermosa—la misma oración que desata el miedo más profundo. Sollozos diminutos que lo advierten de mi saber; el monstruo a venido.

 

Defensa, no solo es a golpes, ni con palabras. ¿Conocen Narnia?, bueno durante las últimas veces que navegue en internet conocí lo que se llamaría escape mental, mi cuerpo está aquí, mi mente no lo se. Me quedo expuesta a lo que él quiera, pero mi yo interna, mi niña interna huye a esos lugares felices contra la bestia.

 

Así que últimamente solamente me voy, no sé a donde. Al parecer cuando la pesadilla termina, mi vida se reinicia, solo con la gran diferencia de que siento una aguja más clavándose en mi cuerpo.

 

La luz tenue aún me dejaba ver las dos siluetas encima de la cama.

 

—¿Por qué no puedes ser como ella?

 

Escalofríos, nunca había hablado tanto, solo se desquitaba y se iba, hoy no estaba ebrio, lo sabía por su aroma. Olía a una mezcla de gel de baño y un perfume.—No soy ella.

 

Abro los ojos estaba viéndome directamente, ojos grises, aquellos orbes que podía apostar transmitían tanto odio. No sabía por qué a la fuerza me quería convertir en una copia de ella, eso era enfermo. Él estaba enfermo, el que viniera en las noches y se me quedará viendo dormir con una mirada de lujuria, era de lo más desagradable. Saber que eras el motivo de excitación de alguien que no deberías.

 

Era bastante probable que arrancara mis bragas y empezara a tocarme. La idea de ser ultrajada siempre resonaba en mi mente como algo que no debería pasar, estaban faltándole el respeto a lo más preciado e importante que debería ser para mi.

 

Mi cuerpo.

 

No era solo piel, o una vagina. No solamente soy un utero para procrear. Soy alguien que quiere ver cuando el sol sale, que quiere tocar la cara de esa persona a quien si ame y olfatear el olor de las rosas después del rocio, quiero ser esa persona que pueda comer un bocadillo sin que nadie me recrimine por ello, quiero pisar la arena del mar y quiero sentirme bien.

 

Y eso no pasaba aquí. Un enfermo solamente buscaría su placer sexual y emocional, como siempre obteniendo la satisfaccion a sí mismo, dañando a alguien que no tiene culpa de sus estupidas necesidades de degenerado.

 

***

 

—¿Donde estabas?—pregunto mientras vacío el contenido de la caja de cereal en mi plato de manera monótona.

 

La veo contonear sus caderas mientras busca algo en la cocina, llego después de las tres de la mañana, lo sé por qué él me lo dijo. Me lo susurro en el oído y me siguió lastimando como de costumbre. Ya había llegado el lunes de nuevo, el inicio de semana no era más que parte de un ciclo incansable de incomodidad en esta casa.

 

Estaba vestida con un jean a la cadera junto aún cinturón de diamantes falsos, una blusa de tirantes delgados que dejaban expuestos sus hombros, cuello y parte de su pecho. Parecía una adolescente de los 2000, lo único que la relacionaba a esta época era su maquillaje. Sus labios en un color rojo y sus ojos maquillados con un foxy eyes natural, sus pestañas junto a uñas postizas y sus cejas levemente peinadas hacia arriba.

 

Me sorprendía la manera en que se arreglaba en tan poco tiempo.

 

—En casa de Shaw, vino su esposa de un inesperado viaje y nos descubrió, creo que se divorciarán o algo así—me responde con información innecesaria.

 

Veo al pequeño que está en la silla de madera a lado mío, está comiendo un yogurt. Me desperté más temprano de lo normal y me duché; dos veces. Me había puesto uno de los vestuarios más cómodos para el día de hoy que me tocaría hacer actividades físicas al aire libre, pero decidí ponerme al final un pantalón negro y una sudadera azul encima de una blusa de cuello alto en color blanco.

 

Lo veo entrar en la puerta y agacho la cabeza, no tiene caso querer enfrentarlo. Estoy cansada y no espero nada más que ir a clases.

 

—Tengo que llegar más temprano a la escuela, así que yo me voy.

 

—No puedes cariño—volteo a ver a mi madre, sus ojos negros me ven distantes—hoy no puedo cuidarlo y mi hermanito tiene que ir a trabajar. Así que te quedarás.

 

El tío Matthew no tenía trabajo, lo habían despedido hace más de seis meses por irresponsabilidad y faltas al contrato. —No me quedaré, estoy segura que me dejarán tenerlo en el gimnasio, tengo cuatro descansos hoy así que no veo el impedimento, le llamaré a el profesor Stan para que me dé oportunidad de cuidarlo allá.

 

—Como sea—agrega el con autosuficiencia. Sabe que estoy huyendo. Lo se por cómo finje su desinterés.

 

Mi mano va por la de Tai, jalando para apresurar las cosas, siento que un día él crecerá y arrancara mi agarre. Doy gracias a lo más alto por que mamá quiera que yo lo cuide, se que no sabe lo qué pasa aquí, y no quiero que lo haga.

 

Después de todo, de una retorcida manera. Estamos bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.