¿podrías amarme?

Capítulo 4.

Arnold. 26 de mayo 2019.

 

—Debes de entender que no todos pensamos lo mismo, Kaia tuvo sus razones para volver ese día—no todos no pensamos lo mismo, por que si ese día yo hubiera llegado más temprano nada hubiera pasado.

 

—Está muerta, ¿que puta parte de eso no entiendes?

 

—La parte en la que tú tomas esta absurda actitud—golpea la mesa con su puño y toda la gente del lugar se nos queda viendo.

 

Lucas nunca fue de mi agrado, siempre pensé que era un especié de salvador que hace todo por obtener algo a cambio, y si no fuera por que me equivoqué de depredador, no estaría aquí dándole la cara a un idiota con billetes.

 

—Sufres demasiado, dramatizas la situación.

 

—Parece que a ti no te importa lo que verdaderamente paso, una chica abusada sexualmente por un degenerado está apunto de ser enterrada y tú dices que dramatizo.

 

—Con tus berrinches no ganarás un caso jurídico, nadie sabe lo qué pasó en esos días, no puedes decir que Matthew fue el asesino de Kai.

 

—La violo, la daño psicológicamente—me empiezo a exasperar, siento como si me hubieran arrancado una pierna o un brazo, o lo que es peor aún un pedazo de mi corazón. Y este imbecil solo dice bobadas que ya se.

 

Una camarera se nos acerca y nos pide que bajemos la voz, estamos llamando la atención de las demás personas y la verdad es muy desagradable ser el centro de atención ante esta situación.

 

Arnold. 19 de noviembre 2018.

 

Reviso rápidamente mi mochila encargándome qué todo este en su lugar y salgo rápidamente hacia la puerta principal. Veo en la acera mi automóvil... con un neumático pinchado.

 

Saco las llaves de mi bolsillo y abro la cajuela del carro color negro. Saco el gato y la llanta de refacción.

 

—No hables—digo cuando me agacho y empiezo a cambiar la llanta inservible por la nueva.

 

Su burlesca sonrisa me revienta la poca tranquilidad que tenía hoy.

 

Miro como acomoda su corbata, siempre tan pulcro. Ustedes nunca han visto a los adultos formados como un espejo del futuro. Por que yo si. No me veo como él como Frederick Jones el gran abogado, ni como Amery la gran arquitecta de sueños frustrados quedándose en un matrimonio igual de fracasado que el de la vecina de enfrente la cual es madre de dos niñas y también la enfermera personal del Sr. Lincoln. Una chica de veintitantos con un título de contadora que tiene guardado junto a los recibos de hace más de cinco años.

 

—No sabía que tenías conocimientos de mecánico—su tono burlón me hace querer aventarle con el gato.

 

—No sabía que un abogado prestigiado necesita mofarse de su hijo en su rutina matutina.

 

—Arnold, no inicies.

 

—Tú eres el que viene con opiniones estupidas queriéndote hacer pasar por un padre en "onda", pero asimila de una vez por todas que yo no me considero tú hijo—espeto en una serie de susurros, se que Amery está detrás de la cortina de la sala viendo lo que seguro ella cree una amena charla.

 

Levanto la mochila del piso junto con la llanta, tendré que llevarla al servicio, guardo todo y sin despedirme, arranco. A toda velocidad no tardo ni diez minutos en llegar a el instituto. Y es muy buena suerte que ningún tránsito se haya cruzado en mi camino.

 

Bajo y aseguró las puertas antes de caminar algo lento a la escuela. Todos empiezan a murmurar cosas cuando un automóvil gris aparca en el estacionamiento y sale una chica.

 

Cabello negro desordenado en un moño, todos los adolescentes y sus modas retro.

 

El auto se va dejándola enfrente de una ola de murmullos que previenen lo que viene.

 

La atención la capta el moreno al jalarla de un brazo y empezar a decirle un millón de improperios delante de más de ochenta personas.

 

—No pudiste esperar mejor momento para mostrar tu verdadera cara—grito Rhett, un chico algo que pertenecía como capitán en el equipo de fútbol, y como jugador valioso en el de básquetbol.

 

La mirada de la chica se veía cansada, por un momento pensé que a quien miraban esos ojos azules eran a mi, pero ese pensamiento quedó descartado cuando un pelirrojo gordo pasó a mi lado, casi como corriendo para ir al rescate de la chica.

 

Vi como él le susurraba a Rhett cosas que casi nadie podía entender, hasta que algo nos dejó extrañados a todos. Él se puso frente a ella y le pidió perdón, el idiota le dijo casi de lo que se iba a morir y ella entre pensamientos perdidos, unos ojos cristalizados y labios apretados dijo que si mientras que esquivaba un beso para salir corriendo adentro de la escuela.

 

—Ojos azules, cabello negro—repetí en voz baja casi imperceptible solo para mi.

 

...

 

Aquí había algo que aclarar, aunque presencié esa escena bochornosa como los demás al ser un espectador, no significa que no fuera mi asunto.

 

Sabía perfecto quien era ella. Compañera desde sexto grado de primaria, la chica más introvertida que te puede tocar conocer, en todos estos años nunca había escuchado el sonido de su voz y eso que estuvimos casi un año en el mismo pupitre. Y también; la novia de mi rival, Rhett.

 

El chico de piel canela más estupido del mundo, y aunque fuera el mejor deportista de la institución tenía grandes defectos que opacaban esa virtud.

 

Por ejemplo: lo clasista, narcisista y egolatra que era.

 

No se que pasaba en su cabeza cuando él quería pelear conmigo, lo digo enserio, a golpes. Algo que aunque fuera un nerd no me perdería la oportunidad regalada de partirle la nariz de un golpe por charlatan, era tan fanfarrón a la hora de andar con decenas de chicas a sabiendas de que su novia lo podía descubrir.




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