Era una tarde de invierno, lluviosa y muy tormentosa,
después una noche cálida pensaba yo en estas cosas,
que no hay peor pena para el hombre, que poner los ojos altos en una estrella preciosa,
y soñar con alcanzarla y darle un beso en la boca
pero no te puede ver, porque eres muy poca cosa.
Quisiera poder brillar, y así llamar tu atención,
y en un suspiro robarte un beso y el corazón,
y después llegar a ser tu ardiente llama de amor,
y quedarme para siempre con lo robado del amor.