Con solo un fino destello
de tus ojos despedido,
cual tiempo detenido
en eterna epifanía,
grabado en mí tú sello
quedó en muda algarabía.
Cuan inmenso regocijo
contemplar cada detalle
del garbo de tu talle
en donoso contoneo,
pues un dios te bendijo
con un fino balanceo.
A pesar de mi ignorancia
del sonido de tu nombre,
soy humano y soy hombre
y no controlo el corazón
que olvida la distancia
y arde al verte de pasión.
¿Por qué no puedo acercarme
y aferrarte entre mis brazos,
forjar así los lazos
de aquel sentimiento puro
que ha nacido al mirarme
como si fuera un conjuro?
Ya no hagas caso pequeña
de la gente que critica
todo lo que complica
su moral de seca arena
y que siempre desdeña
la pasión que le es ajena.
Seamos hoy inocencia
de rojo fuego vestida,
Sea la noche guarida
del encuentro imaginado
antes de que tu ausencia
me haga ver que lo he soñado.