Es cierto, siempre viví una vida que no quería vivir. No tengo apego.
No sé si mi afán de desaparecer a la Hedda Gabler, se deba a mi correr traumático, a mi pasión por la literatura o a mi desequilibrio mental.
Bello y sublime, la primera, el regalo de una vida extinta, para no sentirme completamente defraudado.
Como unirme a mis semejantes, si soy un misántropo. Me torno fantasioso, desalmado o invisible. Me gusta ser admirado como a una escultura en piedra, pero también me gusta estar solo. Soy educado, discreto, elegante, asimismo fanfarrón. No quiero pertenecer, solo ser.
Busco sobresalir, no encajar. Me tengo que rendir ante el flujo de la vida. Muero y resucito cada día.