Olvidé lo que dolía,
y al hacerlo, lo hice de nuevo;
la disculpa se volvía
un ritual sin relevo.
Mis torpes palabras se desgastan,
al igual que las piedras del río;
y aunque algunas me aplastan,
las repito por desvarío.
Es seguro que me perdonan,
¿o acaso sólo me escuchan?
aun mis gestos entonan
la misma culpa que retumba.
Disculparse se hace costumbre,
cuando el error no se cura;
y el olvido nos deslumbre,
quitándonos la ternura.
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Editado: 23.10.2025