Oscuro el árbol que alzó su canto.
Susurro helado quemando mientras tanto.
Su rostro me salvó de un salto
y puro amor tan sanador me llevó a lo alto.
Suturador es su calor en días de espanto
que al torturador grisáceo clima del cuarto
dio color y al espacio del alma encantó,
saturador el salvador abrazo me rescató.
Se cura hoy muy despacio desde ese acto
la sensación que presagió el frío impacto.
Me persuadió cuando acarició mi llanto
y sacudió el cálido deslice que conectó.
Acudió en el trágico lamento
que requirió al corazón un nuevo intento,
llenó de flores el dolor de todo mi infinito
y borró el rencor como el sabor de un tinto.
Hija de la oscuridad que a veces quema,
qué más da ver el camino en mis venas.
Sólo con ver que iluminas mis gemas,
es el gen que regenera todas mis semas.
Vientos huracanados en la sombra del eclipse
al sol dejó apagado en escalas grises.
Mares naufragados se pierden en cicatrices
con tu pecho a mi lado los lagos pintaban cisnes.
Un manto marmolado cubría los días tristes,
medio cielo azulado iluminando mis matices.
El rugido acelerado iba acerando mis raíces
en caminos alumbrados cerramos nuestro elipse.
Mis cimientos opacados se quedaron sin confines
con nuestros paseos, tus recreos más felices.
El cuerpo abatido quedó marcado con fines
de que el tiempo insano ya no abra superficies.
El hogar entró en lamento esa tarde que partiste,
un puñal de filo intenso el no poder despedirte.
Hoy convivo con el recuerdo de todo lo que fuiste
dejaste un vacío que ardía cuando te fuiste.
La oscura sombra que me seguía,
el guía que iba marcando la salida.
Ayer es tarde y mañana no tendré vida
para darte el alba al bajar de mi caída.
La fortaleza de mis umbrales,
guardianes de mi cabeza.
Su pureza cubría mis humedales,
a los paisajes les falta una pieza.
A Monami y Bono