El cuadro sobre mi puerta,
ese de colores vivos y brillantes trazos,
como las risas de los niños,
como el beso apasionado,
como el abrazo de una madre,
el teñido de verdes prados y cielos azulados
que le daba vida a la habitación oscura,
el cuadro que pinteé cuando era primavera,
se ha vuelto a opacar de grises y negras sombras.
Apenas ayer lo admiraba,
era luz y armonía,
un cuadro que consolaba,
un lienzo que no temía.
Hoy por la mañana,
parece triste y apagado,
cabizbajo duelo se ha vuelto,
desacoplada nota de mi canto.
El cuadro sobre mi puerta está por caerse,
la pared de junto ha empezado a fracturarse,
la herida en mi costado se enfurece,
la oscuridad se revuelca en mi aposento,
los lirios de la pintura ya no florecen.
Aquellos a los que ayer les sonreía,
hoy he tenido que alejarlos.
El cuadro sobre mi puerta,
ese de colores vivos y brillantes trazos,
que pinteé en primavera,
peca e implora nuevamente.
Temo que mañana cuando despierte no pueda retocarlo,
temo que mañana el cuadro sobre mi puerta,
ese de colores vivos y brillantes trazos,
se haya maltratado y tenga que cambiarlo,
solo espero tener lienzos y pinceles nuevos,
que mis ojos aun recuerden lo que eran los colores,
que mi habitación no muera en tanto me decido
que mis manos temblorosas dibujen las mismas líneas,
temo por mí y temo por mí cuadro,
por el cuadro que aún vive,
temo que mañana no lo encuentre.