No voy a negarte nada,
hija mía,
cuando salgas por esas puertas,
el suelo será frío,
el pan escaseara
y la pena acrecerá.
Pero ten seguro mi pequeña niña,
que cuando vuelvas ya me abre ido
y entonces segaras el trigo que sembramos juntas,
caminarás bajo la luz del insipiente sol y no te fatigaras,
puesto que tu frente estará en alto
y así permanecerá.
Mi pequeña hermana ten cuidado,
no salgas del camino que te encomendaron
esos vejatorios rostros a los que llamamos padres.
Cuídate de los que buscan comprar tu suplicio
con engañosas viandas,
limpia tus pies para sosegar el camino.
Y si algún día vuelves,
recuerda las cicatrices que mermaron tus pasos,
hasta encontrarte con otros caminantes.
Muéstrales por donde han de marchar,
enséñales donde están las arenas movedizas,
las aguas tormentosas,
los caños olorosos.
Si algún día vuelves, regresa por el mismo camino
mi pequeña hermana,
hija mía,
ten por seguro que habrás forjado un destino.