Intenté mantenerme cuerda mientras escribía,
pero entre más sensata me sentía,
menos comprendía.
Entonces me dije:
Deja ya de fingir cordura,
puesto que no funciona.
Atiborra tu mente con excentricidad,
comparte los secretos que oculta,
desborda tu alma con locura.
Reinventa las líneas del dominio propio
y llena con ellas los huecos de tu mente,
y solo entonces empecé a escribir nuevamente.