La tierra la conoce como rosa naciente,
sus pétalos un canto que el viento no entiende.
Sus ojos, dos mundos de vida y penumbra,
guardan ecos de sueños que el tiempo alumbra.
Su sonrisa, un sol que arde sin clemencia,
un fulgor fugaz que la noche no traga.
Su piel, un enigma que tienta las almas,
condena silente, susurro de calma.
Amor que la quema, suspiros que huyen,
ecos de un pasado que nunca concluyen.
Huye de las sombras, de recuerdos que muerden,
de imágenes rotas que su mente retuercen.
Anhela ser libre, ser lo que fue un día,
desprenderse del miedo que su alma enfría.
Mas el peso del tiempo, cruel y tirano,
la ata a la tierra con su frío arcano.
Rosa de espinas en suelos sombríos,
corazón de hielo, forjado en desvíos.
Alma de fuego que arde en secreto,
flor quebrada, distante, sin rumbo concreto.
Quiso ser roja, fundirse en la vida,
mas la sombra la envolvió, su luz fue vencida.
Creció en la penumbra, villana sin gloria,
una reina sin corte, con su propia historia.
Flor de llamas, caos y dulce engaño,
cenizas que lleva el viento en su daño.
Llamas que devoran lo que fue pesado,
un corazón herido, por el mundo marcado.
Caos que se alza, que no teme arder,
un grito silente que no ha de ceder.
Engaño que danza con máscara fina,
venganza que canta, sutil y divina.
Es un eco lejano de lo que soñaba,
un susurro de anhelos que el viento llevaba.
En la sombra persiste, su lucha no acaba,
una rosa que sangra, pero nunca se apaga.
En su pecho la chispa, un latir insistente,
promesa de un alba, aún débil, presente.
La tierra la abraza, la llama su hogar,
rosa en la sombra, que no deja de amar.
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Editado: 24.08.2025