Hace mucho tiempo, cuando nuestro mundo ni siquiera era Gaia II, los elfos se dedicaban a observarlo todo desde el podio que nuestros creadores nos otorgaron. Pacientes y regios, aprendíamos de toda la vida y de los conflictos de las demás razas, así como de sus numerosos aciertos.
Siglos y generaciones de las demás criaturas han sido parpadeos en la vida de mi gente, la cual no intervino en ningún asunto durante muchísimo tiempo, hasta que el gran amo de los dragones, Pridhreghdi, nos ofreció irnos del mundo por un tiempo indeterminado, pues nos aseguró que la humanidad provocaría calumnias que ni siquiera nosotros estábamos listos a enfrentar o ver.
Mis ancestros apostaron a la sabiduría del ser que creó la luz misma y se retiraron sin mirar atrás, hasta que regresaron a un mundo que no recordaban en lo más mínimo. Todo había sido reescrito, y nos tocaría nuevamente ser testigos del inicio de la historia tan pronto pusiéramos un pie sobre el ahora Gaia II.
Nuestra comunidad, aun siguiendo las mismas reglas, continuó observando todo sin entrometerse, hasta que las cosas fueron muy lejos como para ignorarlas, ya que el fuego azul es, por muchísimo, el más peligroso y terrorífico que pueda haber, y el que podría acabar hasta con nuestro patrimonio.
«Los humanos son la catástrofe que el mundo ha visto una y otra vez elevarse al caos y la destrucción». Los grandes sabios aconsejaron al antiguo rey, Einar del Loto, participar en cualquier acción que pudiera ayudar a detener al piromante azul que amenazó la paz e integridad de nuestro nuevo hogar. Como recompensa, se nos otorgó nuestro propio reino, Skog at livet.
Dentro, Yajitawa fue construida, la gran ciudadela élfica, y desde entonces, los elfos hemos vivido en completa paz, cuyos ojos observan la historia del mundo y sus increíbles cambios, evoluciones que el tiempo lentamente genera ante nuestra vigilante vista.
Desgraciadamente, parece que no todo es sólo luz en nuestro querido reino. Las tinieblas han sido lo suficientemente escurridizas como para poder alcanzar al menos un pequeño peldaño en el sitio, por lo que historias perdidas han sido borradas de los libros, guardadas celosamente de todos y recordadas sólo por aquellos que no hablarán, mas sí aprenden de ellas.
Incluso con todas nuestras buenas virtudes, los elfos distamos de ser completamente perfectos, por lo que estos maravillosos centinelas que han visto la oscuridad han plasmado esos horrores dentro del arte. Algunos en pinturas, otros en estatuas y unos más en poesía.
Por ello, un servidor les describirá algunas de las obras ocultas que mis hermanos han dejado para el deleite de las nuevas generaciones, para que el lado oscuro de nuestra historia no pase desapercibida y alce sus tenebrosas alas al crepúsculo, como lo debe hacer.
Sin más dilación, yo, Crescento del Crisantemo, presento tres poemas de Yajitawa.