Contrato de Ert
Cuando crucé al mundo físico...
fue el brillo de sus noches lo que me atrapó.
Ese destello que los humanos llaman luna...
a mí... me pareció una ofrenda.
Llegué envuelto en un pacto...
sellado por sangre... y desesperación.
Ella —bruja de voz firme... y manos frías—
fue quien me invocó.
No cualquiera puede firmar con un demonio...
y aún así...
ni su poder se compara al mío,
aunque sea... el más débil de mis hermanos.
Le di décadas.
Juventud que no se marchita,
dinero que nunca se agota,
una salud... que burló al tiempo.
Pero nada... es gratis.
Cada deseo la ataba más.
Una cadena...
otra...
otra más...
todas cayendo... en mis manos.
Ella creía que me dominaba...
pero eran sus emociones
las que alimentaban... mi esencia.
Miedo, deseo, culpa...
locura.
Me tocaba...
y el roce me fortalecía.
Me nombraba...
y su alma... se partía un poco más.
Cumplí su último deseo:
la inmortalidad.
No por amor.
No por piedad.
Sino porque dejarla morir...
sería volver al hambre.
Al vacío... del mundo espiritual.
Ella es mi jaula...
y mi banquete.
Mi condena...
y mi templo.
Y cada noche,
cuando duerme...
susurra mi nombre... sin querer...
y yo...
le respondo desde dentro.