La Entidad
Llevo siglos reencarnando,
silencioso, inmutable,
como la niebla que se cuela bajo la puerta.
He visto civilizaciones alzarse con orgullo
y caer con un grito que nadie escucha.
He observado a la humanidad como quien ve arder una vela:
con fascinación… y con paciencia.
He vestido su piel una y otra vez,
probando sus cuerpos como trajes prestados,
sintiendo el temblor de su miedo,
la fiebre de sus pasiones,
el sabor dulce y putrefacto de sus errores.
Porque incluso quien lo posee todo,
necesita, a veces,
recordar lo que es arder desde dentro.
Me deslizo entre sus vidas,
me escondo tras los ojos de un desconocido,
en el llanto de un niño,
en la risa de quien no sabe que le queda poco.
Tal vez ya me viste.
Tal vez me amaste.
Tal vez me heriste,
creyendo que yo era solo uno más.
No te culpo.
Los insectos no saben a quién pisan cuando se retuercen.
Pero escucha con atención.
Hay quienes, en otras vidas,
me han llamado redención.
Otros, castigo.
Unos pocos, simplemente… la Entidad.
Y cuando pronuncian ese nombre,
ya es demasiado tarde.