Los condenados de la luna
Cuentan que no todos los lobos nacen del vientre del bosque,
algunos surgen del pacto susurrado,
de un contrato sellado con sangre,
con brujas de mirada antigua
o demonios de sonrisa rota.
No caminan libres, aunque parezca,
pues sus almas están encadenadas
a un poder que los supera.
Gozan de fuerza y sentidos aguzados,
de una carne que se regenera
y una vida que se niega a apagarse…
Pero todo eso tiene precio.
Cuando la luna se alza,
cuando la noche huele a presagio,
algo en su mente se quiebra:
pierden el juicio,
el nombre,
el amor.
Solo queda el hambre.
Dicen que pueden oler el miedo
antes de que lo sientas.
Que acechan en silencio,
disfrazados de amantes, vecinos o amigos…
hasta que algo en su interior ruge más fuerte
que la razón.
Muchos han muerto por confiar.
Algunos, por no reaccionar.
Y unos pocos, muy pocos,
han logrado percibirlos a tiempo.
A esos les toca una tarea cruel:
desmembrar,
desgarrar,
aniquilar…
antes de ser aniquilados.
Si no tienes la fuerza para ello,
no ruegues.
No huyas.
Solo acepta
que la luna ya te eligió.