El viajero del velo
Un día las hadas tomaron algo mío.
No oro. No sangre.
Mi hermano.
Y al arrebatarlo… me abrieron la puerta.
Yo era humano, frágil y curioso,
pero la pérdida es un mapa que solo muestra el abismo.
Así crucé.
Entre raíces flotantes y susurros de agua que no moja,
el mundo espiritual me reclamó.
Allí me encontré… conmigo.
Un reflejo sin luz, mi doppelgänger.
No luchamos: nos fundimos.
Y con ello, el miedo me soltó las manos.
Leí lo prohibido.
Y el saber me selló con dos maldiciones:
Una mirada que mata,
y una eternidad que no caduca.
Por eso llevo esta máscara de zorro:
no por misterio,
sino por piedad.
Mas entre sombras y pactos,
descubrí la herencia que me dio la Muerte:
Memoria infinita.
Todo lo que toco, todo lo que veo,
vive dentro de mí como un eco perpetuo.
He visto demonios huir sin despedirse,
y ángeles temblar sin orar.
No por mi espada,
sino por lo que mi existencia les recuerda:
que hay destinos que ni el cielo puede torcer.
Porque fui elegido.
No como héroe,
ni como salvador,
sino como testigo…
y verdugo si el Vacío despierta.
Así viajo,
tras cada criatura,
tras cada hechizo,
tras cada secreto que aún respira entre los velos.
No me nombres.
No me mires.
Solo escucha mi paso cuando el mundo tiemble,
porque donde el miedo termina,
yo apenas comienzo.