El libro de las hadas
Cuentan que existe un libro
que no pertenece a nadie,
y al mismo tiempo a todos.
Aparece en manos de quien lo anhela,
como si respondiera a un llamado secreto,
pero nunca llega solo para ayudar;
a veces se abre como un faro,
otras como un cuchillo.
El libro respira.
Se multiplica, se oculta, se disuelve,
como un eco que juega con la esperanza del hombre.
Pero detrás de sus páginas
no se guarda poder ni sabiduría,
sino barrotes invisibles.
Fue el Escultor, entidad mayor,
quien lo creó con un soplo de eternidad.
No para regalar dones,
sino para sellar a Tinu,
un ser contrario,
un devorador de formas y silencios,
que busca deshacer lo que la creación levantó.
Así nació la cárcel disfrazada de tesoro,
un cuerpo de papel que late,
que engaña, que seduce
y que arrastra a su lector al borde del abismo.
Y yo,
marcado por su destino,
soy el guardián condenado a escribir en sus páginas.
Cada palabra que trazo
no es un poema ni un recuerdo,
sino una cadena invisible
que contiene a la oscuridad que espera.
Un día tal vez el libro me devore,
un día tal vez alguien lo abra
y confunda mi voz con suya.
Pero hasta entonces,
mi tinta será barrotes,
y mis versos,
el candado de un monstruo oculto.