Poemas del Viajero del Velo

Venolisk

Venolisk

Nace entre raíces húmedas, donde la niebla guarda secretos.
Su cuerpo, del tamaño de un caballo, se arrastra como un susurro roto,
un lagarto coronado con colmillos de sombra,
colmillos que no muerden: condenan.

En su veneno no hay muerte rápida,
sino un dolor que florece como brasas en la carne,
una agonía que arranca gritos incluso a los mudos.
Sus escamas, primero blandas como la cera,
endurecen con el tiempo hasta volverse piedra viva,
una muralla impenetrable que protege al monstruo que acecha.

De todos los colores que se han contado en sus leyendas,
el negro es su favorito,
pues se confunde con la noche que lo parió.
Su presa no huye: el aire se lo impide,
pues su olfato se aferra al aroma de los vivos,
como una campana invisible que delata al condenado.

Quien ose enfrentarlo debe ser rápido,
un tajo certero a la garganta antes del segundo aliento,
antes de que la carne se endurezca
y la batalla sea eterna.
Pues si fallas y cortas un miembro,
volverá a crecer con el tiempo,
y la criatura regresará,
arrastrando su furia como un juramento.

El Venolisk no olvida,
no perdona,
y a quien se nombra como su presa,
lo persigue incluso en sueños.



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En el texto hay: fantasia, fábulas poéticas

Editado: 09.09.2025

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