Ese amor que hace latir tu corazón fuertemente. El que hace que tu respiración por primera vez no tenga ritmo, y te gusta la razón por la que lo hace.
Todas las reacciones extrañas pasan de repente, a veces crees que algo divino está pagando contigo, tu corazón sigue martillando en contra de tu pecho.
Todo lo que dice te parece genial, increíble, cuando dice tu nombre puedes notar como algo se revuelve en tu estómago, como tu cara arde, y no sabes si ocultarlo o simplemente dejarlo pasar para que no se de cuenta.
Te sonríe, y sabes que el tratar de ocultarlo no sirvió de nada. Sientes aún más tu cara arder, bajas la mirada tratando de calmarte, ¿pero qué puedes hacer en contra de ese sentimiento?
La otra persona se conmueve, y se ríe más fuerte, lo que hace más vergonzosa la situación.
¿Pero qué puedes hacer en contra de ese sentimiento?
Crees que nunca terminará, que siempre estará allí... pero aveces no lo hace, se esfuma.
Y está bien.
Aunque duela dejarlo ir, por mucho tiempo lo retienes, quieres conservarlo, pero te hace daño y sufres por eso, sufres ver convertir algo que te hizo reír tanto a algo que te hace sentir dolor, mucho.
¿Qué hice mal? ¿No era suficiente? ¿Acaso me mintió?
Más preguntas inundan tu cabeza, envenenadola, ¿pero qué puedes hacer en contra de ese sentimiento?
Sigues creando escenarios, no sabes si son reales, pero una parte de tu mente lo cree, y te sigues hundiendo en el fango, subiendo gradualmente la tristeza en tu pecho y la decepción en tus recuerdos.
Te sientas en la noche, ya estás cansada de autocastigarte y te preguntas, ¿qué puedo hacer en contra de este sentimiento?
Nada.
Déjalo fluir, déjalo que se vaya, mereces llorar, cuando sientas que durante un tiempo vuelven las ganas de llorar, tómalo con calma y vuelve a llorar. Para sanar...
Lentamente, o como puedas manejarlo, mereces sonreír, y tratar otra vez.
Siempre guarda amor en tu corazón, sacalo cuando lo creas prudente, no dejes que los recuerdos te consuman.