Fue mi decisión
No existe oscuridad más profunda que la de un corazón que, en algún momento, fue luz.
Y no tienes razón par lamentarlo; yo ya lo sabía desde siempre. No es necesario que te disculpes, pues entendía que no había espacio en tu corazón para mí. Aun así, me arriesgué a perderlo todo.
Sabía perfectamente a qué me enfrentaba, y aun así decidí, por mi propia voluntad, morir en la batalla. Por la simple razón de que no me habían cautivado sus virtudes, sino sus defectos, era precisamente este último aspecto el que cada día me atraía con más intensidad.
Por ello, los seres humanos éramos tan patéticos y masoquistas; nosotros mismos nos infligíamos dolor.
Lo que no se habla, no se sana. Y lo sabía perfectamente.