Mentiras
Las mentiras dañan, son como un cáncer que lentamente va carcomiendo el alma, pero este cáncer tiene patas cortas; enseguida se detecta.
Por eso, borré las mentiras de mi boca. Si se trataba de él, las borraría. Podrían decir todos que engañé al monstruo, pero en realidad estaba con el monstruo porque quería.
Lo quería, y las mentiras se borraban solas; la máscara caía y solo la verdad se demostraba cuando me miraba a los ojos. Podía desarmarme en unos segundos, y ya no le daría importancia porque sería un privilegio, porque tenía algo valioso de mi parte: eso era la lealtad.
Hasta que eso también fue arrebatado de mis manos, y me quedé con mentiras, mentiras que me dañaban el corazón. Me provocaban una taquicardia de palabras en la madrugada que no podía controlar. No podía decir la verdad, y de mi boca no saldrían mentiras. Entonces confío en el dicho que dice que las mentiras tienen patas cortas y que quizás alguien se dé cuenta de la verdad por la forma en que mi corazón derrama tinta por un amor muerto.
Entonces, si las mentiras terminan, sabré que habré ganado y que nunca más volveré a ese lugar que tanto me hizo daño. Si las mentiras acaban, seré libre, seré feliz nuevamente o quizás lo intente cada día.
Pero ya no habrá mentiras, solo la verdad prevalecerá, y eso es lo correcto, lo justo para mi corazón muerto.