Tengo que ponerle fin
Caminaba descalza por la calle frente a mi casa y recordé las veces en las que estuviste allí. ¡Joder! Disculpen la palabra, pero qué difícil se me hace sobrevivir.
Escogí correr lejos de ti, pero me llevé conmigo el rencor aprendido, la frialdad y el desinterés. Estoy volviendo a temer no poder sentir, a verme en un espejo y reconocerme tan cruel.
A veces me cuesta caminar por esa calle y escribir nuevas historias sin poder hablarlo con nadie.
Pero es que preferí correr de allí; tenía varias heridas en el cuerpo y ni siquiera miré cómo terminaron mis pulmones y mis órganos por tanto sentir.
Todavía siento fresco el infarto cardíaco de sobredosis de palabras, porque cuando me hicieron un análisis nuevo, volvieron a ver la tinta en mis venas que todavía gritaban tu nombre para que volvieras.
Pero sí, decidí correr de allí y ocultarme de las balas, porque no las merecía y nunca las merecí. Ahora me encuentro a kilómetros de distancia y si me avisaran que moriste, estoy segura de que no me importaría nada.
Es que estoy tan decidida a ponerle un fin para que las heridas puedan cicatrizar; todavía estaban frescas y a nadie le pareció importar, porque a la primera oportunidad me dieron la espalda sin volver a mirar.
Pero aquel que lo vio en mis ojos vio la verdad, y por eso mi boca no hablará; no tengo nada que demostrar.
En el último choque abrí los ojos y pude respirar, con dificultad y quizás con un coágulo de tinta en el cerebro, pero al fin pude despertar.
Entonces me senté en la orilla del mar y empecé a olvidar y a recomenzar.
Poniéndole fin a lo que fue el peor momento de amar.