Poemas y cuentos

Otro mundo

 

 

Lucía siempre había sentido curiosidad por el sótano de su abuela. Era un lugar oscuro y misterioso, lleno de objetos antiguos y extraños. Su abuela le había prohibido entrar allí, pero Lucía no podía resistirse. Un día, cuando su abuela salió a hacer unos recados, Lucía aprovechó la oportunidad y bajó al sótano con una linterna.

Lo que vio la dejó boquiabierta. Había un montón de libros, mapas, cuadros, joyas, armas y otros artefactos que parecían de otra época. Lucía se sintió como una exploradora, y empezó a examinar todo con atención. Entre los objetos, había uno que le llamó especialmente la atención: una puerta de madera con un extraño símbolo tallado en el centro. Lucía se acercó a la puerta y tocó el símbolo con su dedo.

De repente, la puerta se abrió con un chirrido, y Lucía vio un paisaje increíble al otro lado. Era un mundo de fantasía, con montañas, bosques, ríos y castillos. Lucía no podía creer lo que veía, y sintió una irresistible tentación de cruzar la puerta. Sin pensarlo dos veces, se adentró en el otro mundo, dejando la puerta abierta tras de sí.

Lucía se encontró en medio de una aventura maravillosa. Conoció a seres de otros mundos, como elfos, enanos, hadas, dragones y unicornios. Aprendió sobre la historia, la cultura y la magia de ese mundo. Hizo amigos, se enfrentó a peligros, y descubrió secretos. Se sintió feliz, libre y valiente.

Pero también se olvidó de algo muy importante: el tiempo. Lucía no se dio cuenta de que el tiempo pasaba de forma diferente en el otro mundo. Lo que para ella fueron unas horas, en el mundo real fueron varios días. Su abuela, al volver a casa y no encontrarla, se preocupó mucho y llamó a la policía. La buscaron por todas partes, pero no la encontraron. Nadie sabía dónde estaba Lucía, ni qué le había pasado.

Lucía, por su parte, tampoco se acordó de la puerta que la había llevado al otro mundo. Estaba tan absorta en su aventura, que no pensó en volver. Hasta que un día, se encontró con un viejo mago, que le dijo algo que la dejó helada:

Niña, ¿sabes que estás en un mundo que no es el tuyo?

Sí, lo sé. Pero me gusta este mundo. Es más divertido que el mío.

Tal vez, pero también es más peligroso. Y además, no perteneces a él. Tienes que volver a tu mundo, antes de que sea demasiado tarde.

¿Demasiado tarde? ¿Qué quieres decir?

Quiero decir que la puerta que te trajo aquí se está cerrando. Y si se cierra del todo, nunca podrás volver. Te quedarás atrapada en este mundo para siempre.

¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

Lo sé porque yo también vine por esa puerta, hace muchos años. Y me quedé aquí, sin poder volver. Y ahora, me arrepiento de no haber vuelto a tiempo. No quiero que te pase lo mismo que a mí.

¿Entonces, dónde está la puerta? ¿Cómo puedo volver?

La puerta está en el mismo lugar donde la dejaste. Pero tienes que darte prisa. Solo te quedan unas horas para cruzarla. Después, se cerrará para siempre.

¿Unas horas? Pero, ¿cómo voy a llegar tan rápido? Estoy muy lejos de donde entré.

No te preocupes. Yo te ayudaré. Tengo un caballo alado que nos llevará volando hasta la puerta. Pero tienes que confiar en mí, y hacer lo que te diga.

Está bien. Te creo. Y te agradezco que me ayudes. Pero, ¿por qué lo haces? ¿Qué ganas tú con esto?

Nada. Solo quiero que seas feliz. Y que no cometas el mismo error que yo.

El viejo mago sonrió con tristeza, y le tendió la mano a Lucía. Lucía la tomó, y juntos se montaron en el caballo alado. El caballo alzó el vuelo, y se dirigió hacia la puerta entre mundos. Lucía miró hacia abajo, y vio el mundo de fantasía que había conocido y amado. Se sintió nostálgica, pero también esperanzada. Sabía que tenía que volver a su mundo, a su familia, a su vida. Pero también sabía que nunca olvidaría su aventura, ni a sus amigos, ni al viejo mago. Y se prometió a sí misma que algún día, volvería a visitar ese mundo. Tal vez, cuando fuera mayor, y pudiera decidir por sí misma. Tal vez, cuando encontrara otra puerta entre mundos.




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