En miradas...
Creyó encontrar su alma gemela muchas veces, la reconocía en muchas de esas miradas.
Miradas de ojos verdes, miradas azules, o del color de un día de otoño.
En cada una de ellas se entregaba, imaginaba una vida junto al dueño de esos ojos y se veía dándolo todo por hacerlo feliz.
No sabía de miradas, no podía leerlas, solo era su corazón solitario el que le hacía ver espejismos de correspondencia.
En esos breves momentos en los que entablaba una conversación con esa persona y la aceptaba tal cual era, física y mentalmente, le entregaba una parte de sí a ese futuro que nunca sería posible.
Sabía que no eran más que ilusiones rebeldes, que se le despertaban tan solo conocer a alguien medianamente inteligente, cristalino y sincero como ella lo era.
Veía coincidencias, tal vez las había, una compatibilidad sin límites, pedía señales al viento y a las estrellas, algo a lo que aferrarse para hacerlo posible. Pero forzando las cosas no era la manera de conseguirlo, así que lo dejaba todo en manos del destino, ese mismo destino que siempre la perjudicaba y traicionaba.
Y aún así, ella confiaba.