Muere la rosa delicada
hasta convertirse en la nada
de un mar turbulento
evaporándose como el humo.
Los atardeceres siempre se colman
de lágrimas disueltas
que pensaron
que donde mora el amor no supuraría la muerte.
La tristeza,
de violentos besos,
son rencores que no se olvidan
aunque el llanto se conforte.