El camino infalible al latido tenebroso del terror es, sin dudarlo, una mente agónica y atormentada. Cuando el subconsciente está sembrado de lamentos, dolor en carne viva, densa humillación, injurias y sueños de venganza es, entonces, cuando nuestros amores consumidos visten los harapos del abismo. El abismo de muerte tiene su propia brújula que señala hacia el salario del miedo que nos mira con sus ojos de belleza muerta. El terror irradia desde cualquier vértice: insectos, rostros, jardines, sueños, mar, recuerdos, ... El poderoso abismo gusta de impartir su ira pródigamente, de tal forma que, aún el leve temblor de una hoja es causa de muerte. En conclusión, el terror siempre está poblado de mariposas funebres que escupen miedo y destrucción.