Estoy harto de que mi alma yazca en la intimidad de la muerte; estoy harto de que en mi tumba hasta la golondrina llore. Mis sombríos pensamientos guardan el espíritu de los muertos y la soledad que rodea a mi sombra. Cada día la negra noche me arrebata el agua, el verde pasto, los árboles desvanecidos y el aliento de la vida. Estoy harto, de que cada noche, una nueva sombra inunde mis colinas, mis valles y mi lápida. Salgo, cómo un loco, suplicándoles que se vayan, pero, su espesa mirada, amenazadora y hosca, hace que mi pútrida penumbra resuene por las tumbas mientras me fugo de la muerte.