Dicen los murmuradores que del infierno descienden las bocas destructoras que, hechizadas con los enigmas de Satanás, y utilizando obscuras inscripciones que predicen destrucción y muerte, quieren propagar por el mundo el vacío, el exterminio y el olvido. Sin embargo, la muerte cuando sale a vagar por el mundo lo hace con pisadas de sangre y desamor, buscando, escrupulosamente, a cada ser humano que con sus monótonas quejas e insípidos suspiros lamenta haber llegado a este mundo. Los dedos largos y destructores de la muerte han acribillado, desde tiempos inmemoriales, los corazones hipócritas y coléricos de los que reniegan de todo. Por su parte, el fuego de Satanás ilumina los siete umbrales del olvido para que todos aquellos que nunca han sabido encontrar el júbilo sean consumidos en una intensa hoguera que hiede únicamente tristeza. Recuerda: el fuego del infierno se enciende para todos aquellos que tejen e hilan odio y desesperanza. Cuida que tus palabras y tus actos no erosionen la estrella azucarada o los veranos de miel de algunos, porque, si haces lo contrario, entonces las sombras putrefactas del infierno te perseguirán para mofarse de tus presunciones y, por último, carcajearse de tu pestilente cadáver.