Que ironía la mía, creerlo todavía. Degustar espacios somnoliento en inventados por mi cabeza. A la muerte de una estrella a veces creo que yo vivo. Siento que soy el inmortal que muere solo cuando él quiere. Pero recuerdo que la fantasía solo dura unos minutos, y la estúpida hace que me sienta como un perdedor.
Que ironía que yo era capaz de arrancarle los ojos a un insecto que quedase viendo el cutáneo de tu piel, insignificante, tonto, pero sincero. Fiero, pulcro, loco pero feliz contigo. Solo faltaba tu pieza, pero la escondiste sabrá Dios dónde.
Que ironía rechazar a medio mundo por tan solo escucharte; la gente me dijo idiota porque me miraban como una marioneta, pero aún así te habías convertido en mi persona favorita, con la que mi alma había escogido sufrir.
Pero qué ironía que ni siquiera recuerdas mi nombre y yo aquí escribiendo prosas de tu vida. Como si fueras de lo único que se puede escribir, pero es de lo único que quiero.
Qué irónico que hasta familia tienes, y sonríes, y crecen, y yo cada vez más solo, y lloro, y muero.