Sé que tardaré un tiempo en curarme de ti, pero dueles de la forma más silenciosa que pueda existir. ¿Nuestro amor era tan malo para que te alejaras sabiendo que había algo más que amistad? Éramos dos mujeres que fingían amistad sabiendo lo que sentían por la otra; dos almas condenadas a ser juzgadas y alejadas por la sociedad, ¿o era por tus propios miedos?
Nunca fue mi intención amarte de la manera tan intensa que lo hice sin ser nada. Nunca fue mi intención enamorarme de ti sabiendo que tenías miedo de ser algo más que amigas. Nunca fue mi intención amar a una mujer que no haría nada por conservar mi amor y que, en su lugar, lo desecharía sin importar cuánto dolería.
Nadie me advirtió lo fácil que entrarías a mi corazón, pero lo difícil que sería sacarte de él. Nadie me dijo que dolerías peor que una daga cortando mis venas. Nadie me dijo que serías un amor que pudo serlo todo, pero preferiste dejarme con todo en mis manos y no ser nada. Eras mi todo y yo era tu nada. Eras mi luna entera y yo solo una estrella más en el cielo nocturno. Eras mi mundo y yo solo era un grano de arena en el tuyo.
Cada toque, cada mirada, cada conversación era un espejismo de lo que podríamos haber sido, pero tus miedos vencieron todo pronóstico de relación que pudiste haber tenido conmigo. Cada promesa fue rota como papel, cada sonrisa fue deshecha como un producto para votar y cada momento se quedó en mi mente como un recuerdo lejano de lo que éramos.
¿No fue suficiente? ¿Me faltó algo para poder ser tu chica? No lo entiendo, di todo de mí y tú no diste nada. Solo desechabas cada intento de conquista, cada intento de hacer que tu corazón latiera por mí fue en vano por tu propia oscuridad y miedos que te atan a ser lo que eres ahora. Me dejaste en la parada del tren, esperando un corazón que nunca me perteneció ni apareció.